30 de mayo de 2012

Floreciente





Floreciente by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Completamente estático ante el miedo que le había producido aquél descomunal chirrido, además del hecho de encontrarse completamente encerrado en un lugar donde su vida corría peligro, el hombre apenas fue consciente de la repetición del ruido anterior, aquél que le había dejado la sangre tan espesa, que esta difícilmente seguía corriendo entre sus venas. Con el pulso exageradamente acelerado y la respiración agitada a causa del terror que lo embargaba, el individuo difícilmente notó la extremidad alargada y brillosa que surgió del humeante boquete que había en una de las paredes de concreto sólido; no fue sino hasta que medio cuerpo hubo emergido de la cavidad cuando el músico finalmente dio cuenta de la presencia de la descomunal criatura, la cual se encontraba bañada en un viscoso líquido plateado, semejante al de la mancha que había emergido segundos después.

-¿Qué...?

Creyendo con trabas en lo que le mostraban sus ojos, el hombre de cabello castaño fue reconociendo a duras penas, bajo todas aquellas capas de ese líquido viscoso como la sangre, la figura de un cuerpo femenino, extremadamente delgado aunque, para su propia sorpresa, bien proporcionado. Lentamente, como si fuese inconsciente de sus actos, el sujeto comenzó a avanzar pausadamente hacia el fenómeno que tenía ante sí, temeroso de lo que fuese a suceder. Ésta, por su parte, se agazapó en posición defensiva y comenzó a sisear entre dientes, como un gato que protege su territorio y su intimidad.

-Tranquila- le habló él, esperando que pudiese comprenderla- No voy a hacerte daño.

-Was suchts du hier, Mensch?- cuestionó una voz rasposa, aunque delicada y cargada de increíbles matices musicales que dejaron al sujeto frente a sí, con la boca abierta de la impresión.

-¿Puedes entender mi lengua?- replicó éste, inconscientemente, en inglés. En cuanto se dio cuenta de su equivocación, volvió a abrir la boca, dispuesto a dirigirse a la misteriosa figura en alemán; sin embargo, ésta se le adelantó.

-Cualquiera que se hable en el mundo- contestó ésta vez con mayor suavidad la individuo, irguiéndose de manera que quedó bien colocada de pie, a menos de un metro del bajista, quien no paraba de aproximarse a ella.

-¿Quién... quién eres tú?- pidió saber el humano, observándola detenidamente, en busca de alguna pista física sobre su desconocida identidad.

-Mi nombre es Tim- enunció con claridad la aparición, limpiándose con la palma viscosa de la mano el rostro, el cual se encontraba cubierto del mismo pegote gelatinoso que protegía todo el cuerpo. Instantáneamente, saltaron a la vista del artista un par de hermosos ojos verdes, enormes y de pestañas largas como telarañas, delgadas de la punta y gruesas de la raíz, que se empalmaban unas sobre otras en encantadores conjuntos por encima de los párpados jóvenes y dispuestos.

Posteriormente, el sujeto continuó limpiándose, en aquella ocasión despejando una frente clara de alabastro, de piel con un color semejante al de la masa fermentada. Más tarde surgieron las orejas, pequeñas y pegadas al cráneo, discretas lo suficiente como para no resaltar pero abiertamente hermosas como para que, si uno llegaba a notarlas, se quedase prendado del encantador par. La nariz de curvatura poética, con la pequeña punta a manera de remate; los labios color coral, naturalmente sonrosados, curvilíneos y llenos... la poderosa barbilla de muñeca. Poco a poco, un rostro y cuerpo encantadores saltaron a la vista atónita de Georg Listing, quien no podía dar crédito a lo que tenía frente a sí.

Tim
-¿Y tú?- inquirió ella, después de un largo rato en silencio- ¿Quién eres?

-Mi nombre es Georg- respondió éste de inmediato, sin pensárselo si quiera- Y estoy aquí para...

Antes de que pudiera terminar su frase, algo interrumpió a la pareja: el sonido del titanio razgándose. A la espalda de Georg, un boquete tan grande como el anterior se había abierto en una de las divisiones que marcaban la distancia entre un pasillo y otro. De él, provino una figura semejante a la primera, únicamente un poco más alta. De igual manera que la anterior, se limpió el rostro en un movimiento, dejando al descubierto un par de iris azules que resultaban atrapantes. Para sorpresa del ya atónito, bajista, algo inesperado ocurrió: de un salto, la primera criatura, aquella que se había identificado a sí misma bajo el nombre de "Tim", se interupuso entre aquella nueva acompañante y el músico, cortándole el paso de manera defensiva, mientras se agazapaba de nuevo, emitiendo sonidos guturales de su armoniosa garganta.

-Mío...- susurró de forma amenazante, con una voz helada y cortante.


En los pasillos de la fortaleza que eran los Astrella Laboratories, su presidente corporativo se movía tan rápido como se lo permitían las piernas, avanzando a través de un único y largo pasillo, cortándole el paso al humanoide que lo seguía tan de cerca, cerrando las separaciones de emergencia entre un bloque y otro; sin embargo, el sujeto que le daba cacería lograba siempre escaparse entre alguna rendija diminuta, colándose de maneras casi imposibles y empeñando hasta el último de sus alientos en el proceso. Mientras tanto, veía avanzar frente a sí a la asustada criatura de cabello rubio que se movía contra su voluntad, con una pistola amagada contra la cabeza.

-¡Auxilio!- repetía la mujer incansablemente, decidida a no dejar que el individuo tras de ella súbitamente pensara que su empresa resultaba inútil; más, por muy sorprendente que llegase a parecer, él no lo pensaba en absoluto. Por el contrario, estaba dispuesto a entregar su vida por salvar a la humana de rasgos exquisitos.

-¡No se preocupe!- contestó en una de aquellas ocasiones el hombre, esforzándose a su máximo por dar con ella- ¡La rescataré!

Ante esas palabras, que nunca antes se había visto en la necesidad de escuchar, el frío corazón de la criatura pareció renacer, tomando nuevos impulsos que nunca antes había conocido. Por primera vez en la vida, se sentía protegida y era una situación novedosa que llenaba todos aquellos espacios en su alma que antes habían estado repletos de egoísmo y necesidad de cuidados. Podía morir tranquila: alguien se había preocupado por ella y no por su cuerpo, su rostro, su fortuna o su carrera. Aliviada, dejó escapar un suspiro de satisfacción que al humanoide que venía detrás le infundieron nuevos ánimos para seguir corriendo, sin cansarse en absoluto. Por alguna extraña razón que no podía comprender, sentía la obligación de hacer que esa misteriosa dama, la cual le resultaba visualmente encantadora, estuviese a salvo y, para más, a su lado.

-Richard...

-Alexis...

-¿Qué te pasó?- le preguntó ella, corriendo a encontrarlo, medio encorvado a un lado de su brillante escritorio de madera, la palma de la mano apoyándose fuertemente en la lustrosa superficie vegetal, intentando así mantener al hombre todavía de pié para recibir a aquella criatura, el amor de su vida. Antes de que pudiese desvanecerse, la mujer alcanzó a pasar su brazo en torno a la cintura regordeta del científico, asiéndolo de manera que no se desplomara y, en su lugar, permaneciese firme a su lado. De su pecho, vio brotar un líquido tibio y obscuro que manchaba su camisa a rayas.

-Mi tiro de gracia- sonrió él débilmente, utilizando sus últimos respiros para dirigirse a la dama- Creo que ni siquiera una muerte rápida merezco.

-En efecto: no la mereces- contestó Alexis entre lágrimas, observando a aquél hombre que había amado desde su mismo nacimiento y ahora, décadas más tardes, no había podido quitar de su mente- Mereces vivir. Muchos años más.

-¿A tu lado?- cuestionó el debilitado anciano, haciendo reír a la criatura que lo sostenía contra su cuerpo.

-Así es- consintió ella, llorando desconsoladamente- Como siempre debió ser.

-Con  Priscilla en la universidad...

-Graduándose en ingeniería genética- sonrió la mujer, sintiendo sus lágrimas recorrer su hermoso rostro, quemándolo a su paso- Siempre quiso crear a alguien como yo, pero más fuerte, para que pudiese cuidar de nosotros cuando llegaramos... aquí. ¡Oh, Richard! ¡Ojalá hubiesemos tenido más tiempo!

-Tuvimos los doce años que pasé trabajando en ti- intentó consolarla el hombre, antes de acariciar su rostro suave y pálido con el dorso de su arrugada mano- Prefiero éste momento a tu lado, que una eternidad sin haberte conocido. Eres... eres el amor de mi vida.

-Y tú el de la mía...- musitó ella con debilidad, su voz quebrándose a la mitad de sus palabras- A pesar de todo.

-Ahora, hazme un último favor y sal de aquí- le rogó Vo a su acompañante, hundiendo su rostro entre el cabello de ella, aspirando su aroma tan habitual desde un comienzo: el de la pera- Van a volatilizar el lugar.  Escapa, comienza una vida nueva. Anderson... él se las ingenió para marcharse.

-No, yo me quedaré contigo; así me cueste la vida- respondió con ternura la criatura, abrazándose con más fuerza al sujeto que mantenía contra la calidez de su cuerpo. 

Lentamente, fue arrodillándose hasta que ambos quedaron en la misma posición, recostados sobre el suelo del salón de clases, con la sangre de Richard Vo derramándose sobre el suelo abaldosado, recorriendo las grietas, filtrándose entre ellas. A su lado, el cuerpo de la mujer comenzó a descomponerse silenciosamente, tal y como ella deseaba. Sabía perfectamente que podía salir viva de la explosión, aún así, escogió la única manera en la que podía morir: destruyéndose a sí misma de manera voluntaria.

-Suéltalo, Tim- le exigió la mancha plateada a la protectora de Georg, ante lo cual ésta siseó en respuesta- Ni siquiera sabes qué hace aquí.

-Está en peligro- respondió sin pensárselo la hermosa rubia, cuyo cabello había comenzado a descubrirse gradualmente, goteando aquella pegajosa sustancia plateada- No me iré de aquí sin él.

-Nuestra madre fue muy específica- la instó su acompañante, hablando con sus curvilíneos labios acoralados, parecidos en extremo a los de la otra criatura- Debemos huir.

-También mencionó que debíamos rescatar a los humanos- la contrarió Tim, dispuesta a luchar por Georg- No lo abandonaré.

-¡Chicos!- se escuchó una voz exageradamente familiar, la cual le alegró el rostro al bajista apenas escucharla- ¡Allí! ¡Está saliendo humo! ¡Es un sitio sin división!

Raudos, el clan de humanoides y los humanos que venían con ellos avanzaron cada uno de los corredores que los separaban de su punto de partida y, para  cuando llegaron, se asustaron de muerte al ver a todos los guardias que los perseguían en el suelo, muertos. Como por impulso, todos se volvieron a la mancha plateada que apenas y notaron en un principio, más ahora resultaba demasiado atractiva como para pasarla por alto. 

Debido a sus notables conocimientos en anatomía femenina, a Andres le tomó menos de un minuto determinar que la figura que se encontraba frente a ellos, dándoles la espalda, se trataba de una mujer. Para mejor, sus sospechas se vieron confirmadas cuando, al girar el rostro para encarar a aquello que se encontraba detrás de sí, unos ojos de color azul con bordes ligeramente verdosos atraparon a los de Andreas, quien se quedó absolutamente paralizado, analizando cada centímetro del precioso rostro que tenía frente a sí. 

Violet
Las cejas, que apenas y podían distinguirse entre todo aquél fluído plateado, eran un par de arcos construídos a la medida de los colosales ojos alargados que no pasaban las cosas por alto. Las pestañas, como las de su acompañante, eran espesas, abundantes y al mismo tiempo delgadas, como suaves hilos confeccionados a mano por el más delicado artesano. La nariz, era alargada y con una ligerísima curva en la punta, que daba un resultado hermoso, amenazante y al mismo tiempo encantador. Las mejillas coloreadas, atraparon de inmediato la atención de los presentes, así como los labios estrechos y regordetes, el inferior más grande que el superior. El cuello largo, los hombros ligeramente caídos y los brazos infinitos, mismos que aún chorreaban plata.

-Hola- la llamó Andreas, enfocando su atención en él, aunque, de igual manera, ya había reparado en su presencia con anterioridad- ¿Quién eres?

-Mi nombre es Violet- replicó la criatura de inmediato, atrapando al ejecutivo con la dulzura y la firmeza de su timbre de voz- ¿Quiénes son ustedes?

-Somos humanos y algunos humanoides- explicó Bill, entrometiéndose en la conversación. De inmediato, igual que lo había hecho Tim con Georg, Violet se aproximó a Andreas lentamente, cubriéndolo con su cuerpo, en una especie de instinto de protección disparado automáticamente- No venimos a hacerles daño, queremos escapar de aquí.

-Entonces les ayudaremos- intervino Tim, recobrando la palabra, mientras se erguía una vez más. Sin pensarlo, extendió su mano derecha en dirección a Georg y éste, como por impulso, la tomó sin miramientos. Así, ambos, humano y humanoide, se movieron hacia el atónito grupo, quienes no podían encontrar una explicación para aquél par de súbitas apariciones. Una vez más, se habían pensado los únicos- Vámonos de aquí.

-Pero Tim, no te olvides de Sascha- le llamó la atención Violet, aferrándose al brazo de Andreas con una sola mano, lo que hizo que éste se ruborizara sin remedio ante la mirada entretenida de todos los presentes: jamás lo habían visto hacer eso.

-¿Me hablaban?

-¡Sigue persiguiéndome, juguetito! Y mataré a mi encantadora presa- amenazó Dodman Roberts a Briant, a quien ya traía demasiado cercano.

-No lo creo...- musitó de manera amenazante el humanoide, cansado de aquél jueguito. Armándose de valor, se movió a una velocidad que inclusive a sí mismo le impresionó y en lo que el lunático empresario pensaba apenas en presionar el gatillo de la pistola, el aún esposo de Alice tomó entre sus brazos la delicada figura de Annya, arrebatándosela de las manos a Roberts y apuntó el cañón del arma hacia la cabeza del agresor. Para cuando se hubo girado, todo había terminado tras el atronador sonido de un disparo.

Asustada, la modelo cerró los ojos en cuanto sintió su peso cambiar de brazos e inmediatamente se aferró a aquél que mentalmente había identificado como su salvador. Ni siquiera lo conocía, más sabía que él, a diferencia de todas las personas que se habían cruzado en su camino, no la dejaría caer. Impulsivamente, el hombre también se abrazó a ella con fuerza, dispuesto a no abandonarla bajo ninguna circunstancia. Una vez que el sonido del disparo atravesó sus oídos, ambos volvieron a abrir los ojos, auténticamente paralizados los dos.

-Hola- saludó Annya, desde los brazos de Briant, asida fuertemente de su cuello, con sus infinitas piernas colgando de los brazos de él.

-Hola- respondió él con una sonrisa, apreciando por primera vez desde que la vio, la belleza del rostro que se encontraba tan increíblemente cercano al suyo.


28 de mayo de 2012

Resistencia


Resistencia by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-¡Rápido! ¡Nos están alcanzando!- exclamó la voz femenina, sufriendo un ligero ataque de alarma al ver la vertiginosa velocidad a la que se aproximaban las tropas de Astrella, trotando sin cansarse a sus espaldas.

-Dorian...

-Yo me encargo- sonrió el caballero, un gesto petulante y amenazador engalanando las delicadas facciones de su encantador rostro masculino. Apenas un minuto más tarde, ya se encontraba de regreso, entrelazando de nuevo sus largos dedos con los de la criatura que trotaba a su lado, ligera como una gacela y graciosa como un pañuelo al viento. Al sentir de nuevo el toque de su piel contra la de ella, la damisela no pudo evitar reír, absolutamente fascinada. A un escaso metro de distancia de ellos, la pelirroja esbozó una débil sonrisa que, internamente, le indicó que a pesar de lo apretado de la situación, iban a salir bien librados de ella. De manera empática, estrechó en su mano los dedos que venían entrelazados con los suyos, sudando a causa del nerviosismo que embargaba a su propietario.

-Debería de estar...

-¡Alice!- exclamó el individuo con todas sus fuerzas, apretando los dientes a causa de la desesperación de saberse atrapado; sin embargo, aquello de lo que no era consciente, radicaba en que tras la puerta que dividía aquella extraña oficina con el corredor que conectaba las alas ejecutivas de Astrella, se encontraba ella.

-Bingo...- musitó la criatura con entusiasmo, partiendo la puerta de una patada. Ante semejante explosión, el sujeto que se encontraba atado de manos y pies se encorvó un poco, como queriendo proteger su rostro, antes de levantar de nuevo la mirada, para encontrarse con la sombra de la poderosa y fuerte criatura.

-¡Alice!- repitió el aliviado humano, sonriendo abiertamente.

-¿Escucharon eso?-

-No pueden estar muy lejos de aquí- aproximó uno de los sujetos- Rápido; si nos apresuramos, tal vez demos con ellos.

-¡En ese caso, a toda marcha!- ordenó la criatura pelirroja, doblando en el codo de una intersección entre dos corredores. Más tarde, musitó para su compañero, aquél que con dificultad le seguía el paso- Aunque me parece bastante extraño que...

Más ni siquiera había concluído la frase cuando súbitamente, del techo, salieron una especie de torretas coloradas, fulgurando con intensidad mientras emitían el sonido de una sirena que taladraba los oídos de una manera impresionante. A pesar de la fortaleza con la que contaban sus oídos, los individuos no pudieron evitar encogerse ante semejante sobresalto.

-¡Hay que apresurarnos!- instó uno de ellos al resto del grupo, una mujer de largo cabello castaño que le caía en ligeras ondas por la espalda, contrastando con su traje enteramente blanco de algodón.

-¡Frances! 

-¡Alice!

-¡Tenemos que salir de aquí!- intervino un tercero, alzando la voz de manera que los demás pudiesen rastrearlos siguiendo el sonido de sus palabras.

-¡Auxilio!- replicó uno más, un perteneciente al clan de los humanos que, por una verdadera coincidencia, había sido atrapado de un brazo por uno de los guardias de Astrella. Inmediatamente, el resto de los fugitivos se volvió hacia su posición, buscando la manera de ayudarlo. Debían actuar audazmente, o moriría.

-¡Suéltalo!- exclamó una voz que ninguno de ellos había escuchado antes, proveniente de una garganta que parecía raspada por el desuso. 
Súbitamente, una mancha plateada se dejó ver dentro de la habitación, misma que se le abalanzó al guardia que intentaba someter al músico por la fuerza. Confundido por lo que acababa de ver, el individuo se quedó en blanco, completamente pálido, observando a sus compañeros con la boca abierta más, antes de que pudiese acercarse a ellos de nuevo, las alas se cerraron con unas compuertas enormes de metal, que seccionaron el corredor en el que se encontraban de manera que ellos quedaron atrapados en una sección, la misteriosa mancha plateada y los guardias en otra y, por último, el humano, solo ante el boquete humeante y recién abierto del que había saido la mancha.

-Pero que...

En ese momento, un escalofriante siseo se dejó escuchar desde el boquete recién abierto.

-¡Tenemos que salir de aquí!

-¿Y cómo? ¡Esto está completamente sellado!

-¡Has algo!- exigió una de las mujeres, haciendo gestos impotentes hacia un hombre que resultaba físicamente idéntico a ella. Éste, de inmediato, le dirigió una mirada desesperada, indicándole que ya le había mencionado con anterioridad que no había solución alguna en sus manos para hacerlos salir de allí.

-Un momento, ¿Qué es...?
-Vaya, vaya...- se rió Dodman Roberts a la distancia en el pasillo, ante la mirada atónita de todos los humanos y humanoides- Pero miren quién vino a buscarlos... la misma mujer que me dio referencias sobre su paradero.
-¡Tommy!
-¡Annya!- exclamaron tanto el músico como la mujer a la que éste tenía tomada de la mano. A pesar de no tener memoria sobre sus infidelidades, la pelirroja sí recordaba a la modelo rusa y, para mejor, la pensaba como la amiga que alguna vez había sido.
-¡Ayúdame!- rogó la chica actuando, por primera vez en su vida, de manera humilde y necesitada. Demasiado paralizados como para hacer algo al respecto, las únicas personas del grupo que la conocían ni siquiera se movieron; en cambio, alguien más se acomidió por ella y, de inmediato, salió trotando en su dirección.
-¡Señorita!- respondió al llamado el individuo menos pensado. Ante la mirada atónita de su ex esposa, Briant Project salió a la carrera a perseguir a Roberts antes de que la siguiente división del pasillo se cerrara.

27 de mayo de 2012

Decisivo



Decisivo by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-Usted...

-Los problemas ambientales son todo un reto para la humanidad, ¿No es cierto, señor Kaulitz? Se ha convertido en un verdadero peligro vivir allá afuera- explicó lentamente el hombre de negocios, con el tono inalterado de quién habla de un tiempo compartido- Quizá usted no lo nota, encerrado en su burbuja de Los Angeles y sus zonas acaudaladas, pero me imagino que no se ha atrevido a ver más allá de Norteamérica.

-¿A qué se refiere?

-Vaya... los medios de comunicación ahora engañan a la gente más de lo que lo hacían en mis tiempos- se mofó el empresario, cruzándose de  brazos, al mismo tiempo que asentía con la cabeza. A su señal, su pelirroja acompañante presionó un botón aparentemente en el aire; sin embargo, el músico comprendió inmediatamente que no podía verlo porque debía ser parte del control de mandos digital del aparato, cualquiera que éste fuera. Inmediatamente, en la pantalla comenzaron a aparecer imágenes que dejaron a Bill aterrado.

Ahí, frente a sus ojos, hombres y mujeres muriendo de asfixia se desplomaban contra el piso como pajaritos, con las pupilas expuestas quemándose ante los ácidos que había en el aire. Más tarde, aparecieron madres desesperadas, que lloraban con sus hijos en brazos, colocándoles mascarillas de tanques de oxígeno que arrancaban a difuntos a sus lados, en un desesperado intento de brindarles un poco de aire a sus debilitados pulmones. Autopsias que revelaban fosas nasales destrozadas por la cantidad de ácidos letales en el aire, niños con los ojos quemados por la cantidad impresionante de compuestos nocivos en la atmósfera, sujetos con quemaduras de tercer grado a causa de la intensidad con la que quemaba el sol, ahora que en pocas partes del mundo había capa de ozono... era terrible.

-¿Todo eso... pasa allá afuera?- cuestionó el frontman siendo, por primera vez, consciente en muchos años de su horrible realidad.

-Pasa a menos de quince kilómetros del lugar donde vives- le explicó la mujer, sintiendo algo incómodo atorársele en la garganta conforme le hablaba, sintiendo compasión de él al ver la expresión de su rostro, aparentemente devastado.

-¿Y por qué nadie hace algo?- preguntó la vocecita súbitamente cubierta de inocencia del músico.

-Porque ese es nuestro trabajo- respuso en esta ocasión el hombre, con la voz repentinamente endurecida- Brindar soluciones globales que los países estén dispuestos a comprar pero ese es el problema: nadie las compra.

-¿Entonces qué piensan hacer ustedes por estas personas? Tienen que hacer algo- replicó el músico, volviendo su mirada esperanzada hacia el par de adultos que lo observaban compasivamente.

-La solución que estoy por proponerle no va a agradarle, señor Kaulitz... pero los gobiernos apoyan esta iniciativa y... así podrá terminarse el sufrimiento de mucha gente...

-¿A qué se refiere?- insistió el joven, cada vez más escandalizado. 

-Vamos a exterminar paulatinamente a la raza humana y a crear a individuos que puedan reemplazarla- susurró lentamente el señor Dodman Roberts, presidente ejecutivo de Astrella Laboratories, ante la mirada atónita de su acompañante, la doctora Alexis Blair o, como se le conocía en las instalaciones, el fallido proyecto B.

-¿Qué?- escupieron al mismo tiempo Bill y Alexis, al escuchar semejantes palabras.

-Dodman, tú...

-No había querido decírtelo- le explicó en voz baja el ejecutivo a la mujer que lo acompañaba, con la que parecía tener un vínculo inusual- Perdóname.

-¡Pero Ariel sigue allá afuera!- exclamó la pelirroja, súbitamente escandalizada- ¡Tú me prometiste que ibas a buscarla! ¡Me juraste que si me quedaba contigo, harías lo que fuera necesario para encontrarla!

-Y he cumplido mi palabra, ¿No es así?- cuestionó el hombre, abandonando repentinamente su pose de captor para aproximarse a la delicada criatura, quien parecía al borde del llanto. Silenciosamente, tomó su rostro entre ambas manos y, en un movimiento, lo acercó al suyo- Tú bien sabes que no he parado en recursos para dar con ella.

-Aún así, no podemos continuar con nuestro plan si no la hallamos primero- declaró Alexis, alejándose de Dodman en un movimiento- Abandoné todo por ella... no pienso perderla.

-Ella ya está perdida, Alexis; asimílalo- escupió violentamente el empresario, perdiendo la paciencia- Desde el momento en que se rehusó en entrar al programa...

-¡En ese caso, me mentiste!- gritó sin miramientos la criatura, lágrimas transparentes corriendo por sus mejillas- ¡Dijiste que sabías dónde estaba! ¡Que si me quedaba contigo, la traerías de regreso a mí!

-¡Siempre te convino más estar a mi lado que lejos de él!- le respondió bruscamente el humano- ¡Hubieras muerto si no fuese por mí, porque le rogué a mi padre que te dejara viva! ¡Richard no hubiese podido hacer eso!

-¡Hubiesen sido mejor diez minutos al lado del hombre que verdaderamente amaba que esta puta eternidad pudriéndome a tu lado!- lo acusó la primera de los humanoides, el único y último proyecto conjunto el cual Anderson Watts y Richard Vo, un par de estudiantes de alto coeficiente intelectual, desarrollaron desde que estudiaban la secundaria.

-¡Tom!- le gritó una voz, llamando su atención desde una de las cápsulas. Allí, encerrado entre cristales, vio a Dorian debatirse atrapado, golpeteando con ambos puños las paredes que lo contenían- ¡Sácala! ¡Su cápsula no tiene seguro! ¡Entra aquí y sácala!

-¿No necesito una clave de acceso?- preguntó de inmediato el atónito humano, dirigiéndose hacia la puerta de cristal que separaba la recámara en la que se encontraban los humanoides de aquella en la que se hallaba él.

-¡No! ¡Está diseñado para que nosotros no podamos salir, pero cualquier humano puede entrar!- explicó entre gritos el sujeto que anteriormente había odiado tanto al mayor de los hermanos Kaulitz pero que ahora lo veía como su única salvación.

De inmediato, el hombre siguió las órdenes de aquél que alguna vez había sido su cuñado, dándose cuenta apenas mirar la cápsula en la que se encontraba contenida Frances que la finalidad de ésta no era otra que borrar su memoria. En una pequeña pantalla en el lateral del aparato, veía pasar su propio rostro, su cuerpo, sus labios curvándose en una sonrisa.

-¿Y cómo lo apago?- preguntó Tom, observando la serie de interruptores de colores, los cuales carecían de letreros.

-Presiona el botón rojo- le contestó Dorian- El grande, presiónalo una vez.

Al hacerlo, el aparato dejó caer a la señorita que sostenía con fuerza, liberándola de las tenazas metálicas que la mantenían de pié dentro de la cápsula. Inconscientemente, el hombre frente a ella extendió sus brazos, listo para atraparla y la tomó entre ellos como si de un bebé se tratase. Con cuidado, la colocó contra el suelo, teniendo precaución de no azotarla. Su rostro, totalmente desvanecido, no parecía reaccionar.

-Frances...- la llamó, primero en un susurro. Al ver que no reaccionaba, volvió a dirigirse a ella, en aquella ocasión con más fuerza- ¡Frances! ¡Despierta!

A lo lejos, el músico escuchó el sonido de pisadas irregulares que se aproximaban hacia él y que, por el ruido que producían, no podían provenir de sus amigos sino, más bien, de sus enemigos, aquellos que lo buscaban desde que se dieron cuenta de que Bill no iba solo. Seguramente habían hallado sus zapatos en el túnel, maldición. Mientras tanto, en la mente de la pelirroja que el guitarrista tenía frente a sí, todo era confusión. Restos de recuerdos se agolpaban en su mente, la mayoría destruídos por la máquina que había hecho gran parte de su trabajo de forma efectiva. Únicamente un rostro, el cual prevalecía aunque sin nombre ni emoción alguna, se repetía en los recuerdos que todavía conservaba. Se encontraba allí, galante, de pie entre una multitud, con un traje que parecía hecho a su medida, deslumbrante.

-Recuerda, por favor... recuerda y despierta...- le suplicaba en susurros el hombre, quien ya tenía su frente apoyada contra el vientre de la criatura, el cual subía y bajaba lentamente debido a la respiración pausada de la criatura.

-¿Dónde... dónde estoy?- cuestionó la mujer repentinamente, haciendo que los ojos ya cerrados del desesperanzado músico se abrieran repentinamente- ¿Tom? ¿Eres tú?

-¡Frances!- exclamó el humano, completamente entusiasmado, abrazándose a ella con todas sus fuerzas, a pesar de que no tenían tiempo para ello- ¡Estás bien! ¡Me recuerdas!

-Sería imposible borrarte de mi mente- sonrió la mujer, alargando su mano derecha hacia el pecho del músico, el cual se tensó inmediatamente ante el gesto; sin embargo, la mujer no lo hizo para tocarlo a él, sino al colgante que le pendía del cuello, el mismo que ella le había regalado hace tanto tiempo, que le costaba trabajo recordar cuándo sucedió- Mi corazón siempre será tuyo.

En silencio, ambos se miraron largamente, como no habían vuelto a hacerlo desde aquél momento en el que se encontraron irremediablemente enamorados el uno del otro. Poco a poco, fueron acercándose, hasta que la distancia entre ellos parecío casi inexistente.

-Ehm... ¿Disculpen?- los interrumpió Dorian, golpeando débilmente  con sus nudillos en el cristal de su cápsula- ¿Podrían ayudarnos a salir de aquí, antes de que perdamos cualquier atisbo de realidad?

-¿Eh?- musitó la confundida pareja, saliendo de su ensueño.

-Ah sí, hay que utilizar el mismo método. Tom, tú libera a Dorian y a Lexie, yo me encargo de Alexei- ordenó la pelirroja, ante la mirada reticente del músico. ¿Acaso, en aquél tiempo que habían estado separados, ella verdaderamente había comenzado a sentir algo por su cuñado? Más, cuando su hermano mayor no los observaba, la mujer le dedicó al hombre que tenía a su lado un guiño semejante al mismo que hizo cuando discretamente, le envió un mensaje a su holocomunicador con las coordenadas del lugar en el que se encontraban Alice y sus compañeros.

Así, mientras Frances pretendía batallar contra la enorme cantidad de botones que había al lado de la puerta de la cápsula de Alexei, Tom se apresuraba a liberar primero a Lexie y más tarde, con la ayuda de ésta, al esposo de la misma y el mayor de los hermanos Umbrose; pacientemente, la ex novia de Tom aguardó impacientemente a que su cuñado olvidara aquél momento en el que se había enamorado de ella. Cuando finalmente se visualizó lejos de su mente, desconectó el aparato, aparentando haber estado tremendamente ocupada, enzarzada en una batalla contra el panel de comandos para dejar salir al aturdido Alexei.

-¿Qué pasó? ¿Por qué no presionaste simplemente el botón rojo?- cuestionó Dorian, ayudando a su mejor amigo a mantenerse en pie, mientras éste se sostenía con ambas manos la cabeza.

-No se abría, me parece que tuvo un desperfecto mecánico- contestó la criatura, mordiéndose los labios para que no se notara la colosal mentira que acababa de decir.

A pesar de lo mala que era ocultando la verdad, tanto su cuñada como su hermano se encontraban tan ocupados comprobando el bienestar de Alexei, que apenas y escucharon la explicación. Conformes, Tom y ella se sonrieron discretamente: ya podían ser felices de nuevo. Por fortuna, el resto de los humanoides de su clan habían olvidado la infidelidad de Tom, así como la misma Frances, y sus memorias se habían quedado varadas en aquellos primeros días cuando no se encontraban familiarizados con ninguno de los hermanos Kaulitz. Para la mayoría de ellos, excepto de la pelirroja, el gemelo de Bill no era otra cosa que un amable sujeto que había ido a rescatarlos de algún peligro desconocido para ellos, más, que afectaba su bienestar.

-Ahora, tenemos que correr- sonrió Tom ampliamente, extendiendo su palma abierta hacia su alegre compañera, quien lo observaba llena de adoración. Entusiasmada, entrelazó sus dedos con los del hombre y, a una velocidad vertiginosa, comenzaron a desplazarse por los pasillos del complejo de laboratorios.

25 de mayo de 2012

Fuegos artificiales


Fuegos artificiales by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-¡Dame la otra mano, rápido!

-De acuerdo... ¡Allí va!

Con un ruido sordo, ambos hermanos aterrizaron en el suelo de color negro de lo que parecía la combinación de un laboratorio y un salón de clases, puesto que la recámara se encontraba cubierta de mesas alargada de madera clara, apostadas frente a banquillos de patas largas los cuales permitían un cómodo acceso a los costosos microscopios que había en cada una de las mesas. Finalmente, como la cereza del pastel, al frente de toda aquella fanfarria se encontraba un lustroso escritorio con una computadora exageradamente potente, además de un pizarrón electrónico conectado a esta. Sin duda, se trataba de un aula.

-Pero que...

-"La genética como parte de la creación de individuos"- intervino una voz que ninguno de los hermanos había escuchado con anterioridad. De entre las sombras, vieron moverse la silueta, encorvada y con los lentes a punto de caerse de la punta de la nariz deformada.

-¿Disculpe?- cuestionó el menor de los hermanos, a pesar de la mirada que le lanzó su compañero.

-Así se llama la materia- se explicó el misterioso interlocutor del par de músicos que se hallaban en aquella extraña habitación- Yo mismo la impartía hace poco. Hasta antes de que se tomaran las nuevas resoluciones...

-¿Qué nuevas resoluciones?-  volvió a inquirir el cantante, aproximándose sin miedo hacia el anciano de menor estatura que él; el cual parecía bastante tranquilo ante su inusual presencia- Usted es... ¿Vo?

-Richard, así es- confirmó el científico, dejando que la escasa luz del ala lo iluminara para que ambos jóvenes pudiesen verlo mejor- ¿Cómo lo sabes?

-Alice me habló de usted- replicó Bill, sin detenerse en su marcha hacia el tranquilo académico- Yo soy...

-Bill- completó la frase el erudito asiático- Así que tú eres el humano que destronó a mi Briant del corazón de mi hija...

-Señor, yo en ningún momento supe...

-No es tu culpa, muchacho- lo consoló Vo- Hay cosas que... simplemente no pueden controlarse.

-Así es- intervino en aquella ocasión, llamando la atención de su hermano, quien súbitamente, después de mucho tiempo de no comunicarse así, le expresó mentalmente "Tenemos que movernos rápido si queremos salir de aquí"- Doctor, disculpe la... poco ortodoxa intromisión pero estamos buscando precisamente a su hija, a Alice. Ella desapareció súbitamente hace menos de un día y mi hermano se encontraba seguro de que la tendrían aquí, ¿Dónde está?

-Ni siquiera yo sé eso- contestó de inmediato el canoso individuo- Tienen que ir a buscarla. En este momento, estarán decidiendo qué van a hacer con ella...

-¿Hacer?

-Tienen que rescatarla de inmediato, jóvenes. Corre un grave peligro estando aquí, dadas las circunstancias- expresó de último el viejo caballero, causándoles a ambos hermanos un terror de muerte. Estos, como por instinto, se miraron el uno al otro, antes de asentir una única vez: tendrían que enfrentarse a la multitud de soldados de Astrella que ya había allá afuera. Por último, antes de que se retiraran por la única puerta que encontraron, Richard Vo volvió a dirigirse a ellos, para no volver a hablar jamás- Chico... tienen dos nombres por una razón y ésta es la de hacerlos más humanos. Si no te responde como Alice, llámala Mia. Sólo así te será más fácil encontrarla.

-Gracias, doctor- se despidió Bill, teniendo el aciago presentimiento de que jamás volvería a ver al anciano.

En medio de un silencio espectral, la mujer de cabello pelirrojo se desplazaba a través de los largos pasillos por los cuales era conducida, al lado de una mujer igual de joven que el primer individuo que había visitado a su grupo, si no era que más. Sus rasgos todavía guardaban una especie de candor infantil y sus ojos grandes y redondos no hacían más que confirmar el hecho de que no podía tener más de veintún años. Ataviada con una falda tubular que le llegaba ligeramente arriba de las rodillas, los colosales tacones con los que cargaba no parecían hacerle mella a lo largo del enorme tramo que tuvieron que recorrer la aprendiz de genética y la creación del maestro de la primera.

-¿A dónde me llevas?- cuestionó por segunda vez en todo el recorrido la atractiva criatura no-humana, intentando aparentar que no le importaba en lo más mínimo su misterioso destino aunque, en realidad, se encontraba más temerosa de lo que estaba dispuesta a admitir.

-Ya te dije que ni siquiera yo lo sé. Jamás había estado aquí antes. El doctor Watts únicamente me indicó el camino- le contestó de manera golpeada la mujer, fruciendo el ceño al mismo tiempo que avanzaba con mayor rapidez, hundiendo los tacones con más fuerza en el suelo a cada paso que daba. Extrañada ante su actitud, la humanoide decidió dejar de hacerle preguntas.

Finalmente, al cabo de otros cinco minutos de marcha, un par de soldados que custodiaban una puerta de corte semirredondo observaron a la criatura discretamente, aunque inmediatamente podía notarse en los ojos de ambos el súbito interés que la mujer de ensortijado cabello rojizo les había producido. Sin mencionar una palabra, las observaron introducirse por el par de puertas achatadas, hacia una sala donde se encontraban más jóvenes como la gruñona señorita que conducía a la menor de los hermanos Umbrose. Éstos, ante la llegada de ella, no pudieron hacer otra cosa que pasmarse: su belleza los dejó atónitos. De entre todo aquél desastre, salió Anderson Watts del fondo, ya sin aquella sonrisa tan característicamente suya y ésta vez, con un gesto un tanto más sombrío y preocupado.

-Hija...- musitó el científico sin entusiasmo, esbozando un gesto que intentó parecerse a una sonrisa alegre, más no lo logró. El malhadado gesto, le indicó de inmediato a la pelirroja que algo andaba mal.

-¿Dónde está Dorian?- inquirió rápidamente la muchacha, comenzando a sentirse tensa en aquella inusual habitación.

-Frances...

-¡Quiero saber dónde está Dorian!- repitió la criatura, ésta vez con una potente voz que dejó a todos los presentes, incluído el doctor Watts, paralizados- ¡Ahora!

-Muñeca, me temo que no es posible...

-No me muevo de aquí hasta que no encuentre a mi hermano- sentenció Frances, cruzándose de brazos para confirmar la resolución que había en sus palabras; sin embargo, sucedió algo que ella no se esperaba.

-¿Ah no?- le susurró una voz por detrás, demasiado cercana para su propia seguridad.

Pasmados, ambos jóvenes avanzaron a través de la concurrida sala en la que súbitamente se encontraron y, por algún extraño motivo, se sintieron aliviados: allí había tanta gente, que hubiese resultado difícil encontrarlos entre la inusual cantidad de personas de su edad que se hallaban en la habitación. Un poco más tranquilos, comenzaron a movilizarse siempre juntos, avanzando como si observasen lo que los demás hacían para tomar nota, aunque en realidad estaban intentando dar con la muchacha que venían buscando. No tuvo que pasar demasiado para que la encontraran.

Sentada en una especie de mesa para picnic completamente pintada de blanco, rodeada de otros individuos que ambos sujetos reconocieron de inmediato, fue imposible pasarla por alto, con sus iris zafireñas reluciendo en todo momento. A pesar del horrible estado físico en el que se encontraba, sus ojos seguían siendo su mayor atractivo. El rostro, de facciones delicadas y suaves, se encontraba maltratado, con una impresionante cantidad de moretones, unas pronunciadas ojeras de color violáceo que le conferían un aire mortal de persona enferma y varias cortaduras en las mejillas y la frente, tenía una oreja vendada. Su cabello, el cual la última vez que la habían visto era largo, lustroso y ligeramente ensortijado de sus puntas, ahora se encontraba disminuído a una maraña enredada y cortada a punta de cuchillo hasta la altura de la barbilla. Angustiados, el par de caballeros no pudo evitar soltar un respingo ante semejante visión de Alice, la novia de Bill.

Ésta, al escuchar aquél sonido que le resultó extraño en ese contexto, volvió la vista hacia el cristal que la separaba de los demás ocupantes de aquella habitación y tristemente les dirigió una mirada sorprendida a los dos sujetos, a quienes no esperaba encontrarse allí ni en sueños. Sabiendo que podían descubrirlos si se comportaba demasiado evidente, intentó disimular que no estaban allí, aunque les guiñó un ojo en señal de complicidad, comunicándoles que entendía su situación y el hecho de que hubiesen ido a buscarla; además, su presencia únicamente significaba otra cosa: Bill también debía estar allí. Súbitamente animada, supo que no podía quedarse con los brazos cruzados, esperando a ser rescatada como princesa de cuento.

-Tenemos que salir de aquí- les comunicó a los demás humanoides, en una voz tan excesivamente baja, que los jóvenes que se encontraban a cargo de vigilarlos ni siquiera lo notaron. Sorprendidos, los cuatro individuos la observaron con extrañeza.

-Nos van a alcanzar- le comunicó angustiado a su hermano, mirándolo con ojos llorosos. Sabía que, si por algún motivo los llegaban a atrapar, era muy poco probable que salieran con vida de allí- Escucha, voy a quedarme para distraerlos, les haré pensar que vengo solo. Tú búscala, será más fácil para ti encontrarla.

-Macky, no- respondió el mayor de los gemelos- ¡Estamos juntos en esto! ¿Recuerdas? ¡Estamos juntos siempre!

-En esta ocasión no es así, Thomas- contestó con dolor Bill, conteniendo las lágrimas que luchaban por aflorarle- Muévete y trabaja como si en realidad fuésemos a salir de esta.

Así, sin darle oportunidad a su hermano de replicarle de nuevo, el vocalista se levantó de un salto y corrió hacia la dirección contraria en la que se escuchaban las fuertes pisadas apresuradas de las botas militares. Apreciando el sacrificio que su gemelo había hecho por él, Tom se echó a correr completamente descalzo, como lo habían planeado, a través del corredor en el que el par de hermanos se había ocultado para ganar un poco de tiempo contra las tropas de la compañía.

De esa manera, siguió avanzando sin detenerse un solo instante a lo largo del pasillo falto de iluminación, hasta que, a la distancia, percibió el brillo de una luz azulada que producía ondas en la pared del tunel. Atraído por ella, tuvo una buena corazonada y la siguió sin pensarlo hasta que, al parecer por accidente, fue a dar a un sitio donde había un grueso muro de cristal; dentro, unas máquinas eran las fuentes que emanaban aquella extraña iluminación neón; sin embargo, lo que vio dentro de los extraños aparatos con apariencia de cápsulas resultó sorpresivo para él: ahí, perfectamente tranquilos, se encontraban Frances y el resto de su clan, los cuatro con los ojos cerrados.

-No...- musitó el humano, acercándose a la gruesa pared que lo separaba de la mujer que más amaba en la vida y puesto que su atención se encontraba centrada en ella, no se dio cuenta del momento en el que el hermano de ésta, Dorian, abrió los ojos abruptamente.

Repentinamente, un sonido espectral llamó la atención de todos los presentes en la sala de observación, quienes se conglomeraron en torno a la enorme ventana que separaba la zona de análisis del pequeño espacio en el que se encontraban confinados los humanoides. Allí, a gatas, se distinguía a la más hermosa de las criaturas, una mujer pelinegra, tosiendo fuertemente mientras con la otra mano se tomaba la garganta, produciendo ruidos semejantes únicamente a los de la asfixia. De inmediato, todo el equipo que se encontraba allí comenzó a movilizarse, primeramente, abriendo la puerta que separaba a los humanos de los humanoides. Discretamente, Alice no pudo evitar soltar una sonrisa.

-Ahora...- comunicó en voz baja, observando de reojo al tropel de humanos que se dirigían hacia ella.

En menos de lo que imaginaron, los cuatro humanoides se movilizaron con su ultra velocidad, dejando encerrados dentro de la sala, donde ellos habían permanecido confinados como animales de exhibición, a los alumnos del doctor Vo, Dalium incluída. Con una sonrisita de suficiencia, la pelinegra los miró desde el otro lado del cristal: esperaba que ahora entendieran cómo se había sentido ella. Apenas hubo acabado todo aquél teatro, se volvió hacia Georg y Andreas, los únicos dos que había dejado fuera.

-Gracias por venir- expresó con una enorme sonrisa, profundamente conmovida por la presencia de aquellos dos hombres y su valentía al haber ido a arriesgar sus vidas por rescatarla- ¿Dónde está Bill?

-No tenemos idea- confesó Andreas, lo cual desanimó a Alice de inmediato- Nos separamos con la intención de buscarte por diferentes partes, para ver quién te encontraba primero.

-Muy sensato- convino Selick, entrometiéndose en la conversación- ¿Cuál era su siguiente fase del plan?

-Bill nos dijo que con encontrarlos a ustedes, ya fuese a su grupo o al de Frances, sería suficiente para salir de aquí. Únicamente debemos reunir a los otros- explicó Georg, atrayendo la mirada de Alice, quien no había reparado en él anteriormente.

-Te...

-Hablaremos de ello más tarde- expresó el músico con un tanto de molestia. A su lado, su rubio compañero tuvo que taparse la boca con una mano para contener la risa- Ahora es prioridad encontrar a alguno de los gemelos, si no es que a ambos.

-Vamos, entonces- replicó Briant con entusiasmo, ante la mirada atónita del resto de los humanoides.

Un tanto mareado, el músico despertó lentamente, sintiendo su cabeza como si pesara una tonelada más de lo usual. En su frente, sintió algo tibio y pegajoso brotar de su piel de manera paulatina, contagiando con aquella secreción misteriosa más partes de su cuerpo. Por instinto, intentó limpiarse antes de que aquél fluido le llegase a la cara; sin embargo, pronto se dio cuenta de que le era imposible, parecía contenido. Nuevamente, luchó por levantar cualquiera de sus brazos y para su propia sorpresa, notó algo retorciéndose en torno a sus muñecas, algo que le raspaba de una manera bastante incómoda.

-Si la sangre de su frente le causa alguna molestia, señor Kaulitz, sólo debe mencionarlo- habló una voz burlona, masculina, dirigiéndose al individuo que se encontraba apostado en la incómoda silla de corte vanguardista- Haremos que alguien venga a limpiarlo pronto. No queremos correr riesgos de infección con nuestro nuevo... huesped.

-¿Quién...? ¿Quién es usted?- preguntó débilmente el interpelado al hombre que acababa de dirigirse a él. Al hacerlo, la cabeza le palpitó como si se la golpeasen con un martillo.

-Oh, eso no tiene importancia en absoluto- expresó el misterioso interlocutor- Porque yo no soy una celebridad, como usted. De hecho, yo sí me puedo dar el lujo de salir a la calle sin que se me reconozca. ¿Qué cosas, no?

-¿Qué hago aquí?- continuó preguntando el sujeto, al mismo tiempo que trataba torpemente de abrir los párpados, los cuales parecía que le habían sellado con concreto.

-Digamos que... usted va a formar parte de un nuevo... experimento, por llamarlo así- sonrió el captor del músico, a quien éste último pudo vislumbrar a la débil luz de una lámpara- Porque, sabemos que usted tiene un hermano, ¡pero no cualquier clase de hermano! ¡Claro que no! Un gemelo idéntico. Tom, ¿No es así? Y nos encantaría hacerles unas pruebas a ambos.

-Pues suerte con encontrarlo...- mintió Bill, bajando la mirada para que su guardián no notara que ocultaba algo- Él no vino conmigo.

-¡Que extraño! Si sé de buena fuente que ustedes dos son bastante unidos...

-Tiene que estar aquí- intervino una tercera voz, una que el pelinegro no había escuchado antes, sin embargo, al verla, supo de inmediato quién era- No pueden estar separados. Les afecta físicamente.

-Que mentira más grande...- escupió el frontman, intentando persuadir al hombre del traje, quien lo observaba un tanto confundido- ¿Quién es esta mujer? No le crea, es una mentirosa.

-¿Tú crees?- replicó la dama, quitándose sin miramientos el suéter de tortuga que portaba. Avergonzado ante semejante escena, el vocalista cerró los ojos de nuevo, intentando escapar a ese momento de incomodidad. Segundos más tarde, escuchó el sonido de la prenda cayendo contra el suelo de baldosas- ¡Mírame!-

En contra de su voluntad, el músico no pudo evitar abrir sus parpádos, como si algo externo a sí se lo ordenase. Lentamente, fue apreciando el pecho de la mujer que estaba frente a él, lleno de cicatrices que perpetraban la piel inmaculadamente blanca; cada segundo, una nueva cortada se abría y, como por arte de magia, volvía a cerrarse, cicatrizando de inmediato.

-Sabes tan bien como yo que tienes poco tiempo para encontrarlo, o algo así comenzará a ocurrirte a ti también- espetó la mujer, observando a su par de encantadores ojos castaños.

23 de mayo de 2012

Sucesión


Sucesión by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

-Su estado debe mejorar pronto; si no es así, llámenos de inmediato para buscar asesoría.

-¿Asesoría con quién?- escupió la mujer groseramente- ¿Con Anderson? Creo que podemos prescindir de sus servicios...

-Señora, lo mejor para los humanoides en este momento es reponerse en cuanto les sea posible. Las pruebas comenzarán pronto y...

-Ni siquiera lo menciones- volvió a interrumpirlo la hermosa pelirroja, lanzándole una mirada despectiva a los cuatro sujetos que ahora tenía encadenados al pié de unos camastros blancos de aspecto cuidado- Agradezco sus servicios.

-No hace falta, doctora Blair- le respondió el joven con un tono respetuoso, más, al mismo tiempo, cálido- El señor Roberts fue muy específico al mencionar que debíamos brindarle toda la ayuda que usted considerara necesaria.

-Entonces menciónenle a Dodman que me encuentro en deuda con él. Avísele que él y yo conversaremos luego pero que le estoy profundamente agradecida- comunicó de último la bella científico, luciendo un tanto mortificada. En silencio, el encargado de la brigada de primeros auxilios asintió una única vez con su cabeza cubierta de pelo negro, antes de retirarse de la habitación, donde dejó un poco mejor acomodados a los cuatro maltrechos sujetos allí presentes.

-¡A mi cuenta, van a descender lo más rápido posible de la nave! ¡Al principio, sus pies se sentirán muy pesados al entrar en contacto con la nieve, pero en cuanto avancen sobre el terreno, perderán esa noción! ¡Los estaré esperando aquí!

-¡De acuerdo!- respondió el caballero, un tanto confundido al escuchar semejante cantidad de instrucciones. Apenas colocar la suela de su bota de nieve contra la superficie blanca que cubría el piso, entendió a la perfección cada una de las indicaciones que acababa de recibir y de inmediato comenzó a movilizarse en dirección al enorme constructo metálico que se distinguía en la distancia.

-Vámonos- le espetó su hermano, confirmando el propósito agolpado de la tremenda montaña de ideas que cubría su mente en aquél momento. Silenciosamente, asintió una única vez con su cabeza cubierta por el pasamontañas negro, el cual únicamente dejaba entrever sus ojos alargados, protegidos éstos últimos por unas ligeras gafas contra la nieve.

-¿El doctor Vo no va a venir a vernos?- preguntó la mujer de manera casi petulante, a pesar de saberse lejos del control de aquella descabellada situación. Lentamente, la individuo que tenía frente a sí se giró para mirarla de frente, con un aire despectivo desde su posición, de pié entre las cuatro camillas cubiertas de sábanas blancas.

-Si sigue vivo...

-¿A qué se refiere con...?

-¿Qué le hicieron, malditas bestias?- inquirió con voz amenazante la más fiera de ellos cuatro, lanzándose hacia adelante en pos de su custodia, intentando atraparla y torturarla de manera que tuviera que resolver todas sus dudas.

-Tranquila, muñequita; era un chiste- se mofó de ellos la pelirroja, haciendo ondear su torrente de cabello en un gesto pretencioso- Evidentemente, Richard te creó con el sentido del humor basado en la medida del suyo...

-¿Por qué parece que odias tanto a nuestro padre? ¿Eh? ¿Por qué?- exigió la misma mujer, la de las iris cual zafiros, destellando con la escasa luz que pendía del techo. De manera involuntaria, la captora de los cuatro humanoides volvió a girarse, esta vez de una manera más brusca, dándole la espalda a su interlocutora, quien de inmediato intuyó aquél movimiento como un gesto de debilidad. Había encontrado el talón de Aquiles de Blair.

-Porque toda esta... desgracia es su culpa- escupió entre dientes la hermosa criatura, mordiéndose las uñas con nerviosismo hasta sacarse sangre, misma que comenzó a fluir discretamente hacia el suelo, desplegándose en gotas sobre la baldosa de color blanco que había bajo sus pies entaconados. Asustados, Alice y sus compañeros se miraron los unos a los otros con nerviosismo: si ella, que era el proyecto más fuerte jamás creado, podía destruirse a sí misma, ¿Qué podría hacer con ellos, de hacerla enfadar?

De una manera que les pareció imposible comprender, el hombre y sus compañeros pronto se encontraron dentro de las impenetrables instalaciones de Astrella Laboratories, en el edificio donde se alojaban todos los novedosos proyectos que la compañía desarrollaba y protegía con una discreción tan pesada que inclusive dificultaba al gobierno de cualquier país enterarse qué pasaba adentro de aquellas paredes blancas como la cal. Discretamente, fueron avanzando a través de los corredores, descendiendo cientos de metros en un pequeño cubículo al que nadie, jamás, parecía subirse; hasta que finalmente llegaron a un departamento que, según lo que pensaban, debía contener a la persona que estaban buscando. En el desplegado de secciones en las que se dividía el constructo, se leía: Área de experimentación génica y soluciones humanas.

Allí, se bajaron apretando el botón que los conduciría a aquél piso y para su propia sorpresa, llegaron antes de lo planeado a un corredor completamente desierto; sin embargo, no todo fue igual de sencillo a partir de aquél momento: a la distancia, escucharon el sonido de voces humanas, resonando contra las paredes al igual que sus pasos, mismos que se dirigían hacia su ubicación. Nerviosamente, se introdujeron en la primera puerta que encontraron; un ala solitaria que identificaron como una especie de vestidores masculinos.

-Tengo una idea- mencionó uno de los jóvenes, sus ojos brillantes ante la expectación.

-Dorian Umbrose- lo llamó una voz dura, diferente al tono con el que lo habían tratado a su llegada, a él y al resto de sus compañeros. De inmediato, el interpelado se volvió sin discreción hacia su interlocutor, extrañado ante la poca cordialidad de su trato. Se trataba de un sujeto de aproximadamente ciento ochenta centímetros de estatura, con el cabello excesivamente recortado al punto que difícilmente le cubría el cráneo. A pesar de sus rasgos atractivos, la expresión amarga en su rostro le restaba presencia en la habitación.

-¿Sí?- respondió el sujeto, intentando demostrar que no se encontraba intimidado por aquella súbita aparición; sin embargo, su compañero no pudo lograr lo mismo y nerviosamente estiró una de  sus manos blancas para aferrarse a la de su pareja, estrechando sus dedos con los de él en una evidente señal de apoyo y protección. El joven frente a ellos, que no le quitaba la mirada de encima al humanoide de cabello castaño, se percató inmediatamente del gesto.

-Se requiere su presencia en el ala dos, si es tan amable- mencionó el individuo de la bata blanca y los zapatos bien pulidos, dirigiéndose al humanoide que tenía frente a sí todavía con ese tono despectivo y, hasta cierto punto, grosero que para nada le estaba gustando a los demás individuos allí presentes.

-¿Algún motivo en especial?- interrogó una de las criaturas, quien inmediatamente llamó la atención del joven. Sabedora de que su belleza podía brindarle respuestas que de ninguna otra manera hubiese obtenido, le dedicó una mirada encantadora a su interlocutor con sus brillantes ojos de iris verdes.

-Alexandra...

-El doctor Watts lo solicitó específicamente- fue lo único que pudo expresar el atónito hombre quien, internamente, luchaba por desaparecer de su mente los pensamientos sucios que la recorrían, las fantasías que protagonizaba aquella elocuente mujer de cabello castaño y piel almendrada.

-Luces...

-Extraño, lo sé- expresó el hombre, mirándose al espejo mientras débilmente intentaba acicalar sus cabellos de manera inútil. A su espalda, el par de hermanos no eran capaces de contener las risas que les brotaban sin querer de sus gargantas.

-Académico, hermano; académico- lo corrigió el encantador sujeto de cabello rubio a quien, para sorpresa de todos los presentes, le sentaba bastante bien la bata blanca que portaba, así como el traje de su medida que habían encontrado en uno de los vestidores- Maldita sea, en mi siguiente vida seré médico o científico, ya que descubrí que la facha me sienta bastante bien.

-Cálmate, Gregory...- se quejó el más joven de los hermanos, cruzándose de brazos- ¿Qué opinas, Thomas? ¿Parecen... naturales?-

-Querrás decir geeks- respondió con desagrado el segundo de los individuos en la habitación que portaba una bata- Jamás me había sentido así de raro. Ni siquiera en la secundaria.

-Rarísimo- se mofó el más grande de los gemelos, cosa que al hombre que tenía frente a sí no le causó gracia alguna.

-Lo que hago por ti, Kaulitz...- musitó el interpelado, acomodándose una vez más el cuello azul de la camisa.

-Los agradecimientos para luego- propuso un sujeto de largas trenzas negras, mismas que no le permitieron jugar el rol al que el otro par de individuos se iba a entregar- Salen en... tres... dos... uno...

-Levántense- les ordenó súbitamente la mujer a los cuatro sujetos que se encontraban colocados en torno a ella, cada uno en su respectiva camilla- Y síganme... ah, se me olvidaba mencionarles... no intenten hacer algo estúpido en el camino, como escapar. Resultaría inútil jugar a "Policías y ladrones" conmigo, ¿No lo creen? Vámonos ya.

-¿A dónde nos llevan?- cuestionó una voz masculina, proveniente de un individuo que llevaba largo rato sin hablar; así que, cuando lo hizo, sorprendió al resto de sus compañeros, quienes lo creían demasiado atemorizado o pensativo como para pronunciar una palabra.

-Hay muchas mentiras que podría decirles para hacerlos sentir tranquilos, pero... seré franca con ustedes: veremos hasta qué punto nos conviene dejarlos vivir un rato más. Aunque, me parece, que entre ustedes hay un caso especial... ah, allí estás.

Repentinamente, todos los presentes volvieron la vista hacia la individuo que súbitamente parecia haber atrapado la mirada de la captora de los cuatro sujetos humanoides. En el centro de sus pupilas, brillaba la clara imagen del cabello rubio platinado, colgando a los lados del rostro famélico. La naricilla, que usualmente le confería a la mujer un aire de superioridad por la manera en la que la levantaba al dirigirse a los demás, ahora era únicamente un diminuto punto grisáceo sin mayor importancia en el conjunto anatómico; sorpresivamente, algo más lo opacaba. En el vientre, un bulto redondeado sobresalía por encima de la túnica sucia y hecha girones que portaba la criatura.

-Ven, querida- la llamó con falsa dulzura la mujer del cabello rojizo- Tú te mereces una recompensa excepcional por haber cumplido con el objetivo.

-No te quedarás con mi bebé, si es lo que pretendes- amenazó seriamente a Blair, quien, un tanto asustada ante semejante declaración, la miró con los ojos exageradamente abiertos- Estuve escuchando un poco de tu historia y... que lástima que tu sueño no se hará realidad conmigo.

-¿Qué tanto sabes?- cuestionó atemorizada, por primera vez, la guardiana del grupo de humanoides del doctor Vo.

-Lo suficiente como para informarte que tu mayor debilidad está de nuestro lado- sonrió Selick orgullosa, poniéndose de pié como solía hacerlo antes de que aquella tragedia sucediese: con la frente bien en alto.

-¿Sí? Ya veremos... cuando conozca la nobleza de sus orígenes...

-No me hagas reír, Alexis- se burló de ella la rubia, avanzando lentamente entre las camillas una vez que la hubieron soltado del grillete irrompible que la mantenía a ella y a todos sus compañeros atados a sus camas- Si bien sabes...

-¡Cállate!- le espetó en un grito, antes de propinarle un fuerte empujón que la hizo avanzar unos cuantos pasos a trompicones- Y si sigues hablándome así, no mediré mi fuerza la próxima vez. Después de todo, podemos decir que yo tengo la sartén por el mango... Tú,  niña, tú también acércate.

-¿Yo?- cuestionó Alice de manera incoherente, apuntando hacia si misma como por reflejo. Atónitos, Briant y Redgie se volvieron hacia ella, observándola con extrañeza.

-Sí, obviamente. ¿Qué? ¿No lo sabías? Estás embarazada.

-Como ya saben, lo más seguro en este momento es mostrarnos tranquilos. Ellos no tienen conocimiento del objetivo de las pruebas que ustedes están por realizarles; no permitan que los distraigan, ni siquiera entablen contacto verbal o visual con ellos, no los toquen a menos que sea necesario. Manténganse neutrales a pesar de lo que encuentren y, en los peores casos, ya conocen el protocolo.

-¿D... doctor?- llamó una vocecilla tímida, que surgió de la parte trasera del grupo de estudiantes.

-Sí, diga su nombre, por favor.

-Ehm... Bates, Roland Bates; señor- tartamudeó débilmente el individuo.

-¿Cuál es su duda, señor Bates?- cuestionó con fuerza el hombre a cargo de la conglomeración de jóvenes.

-¿Las máquinas de diagnóstico nos ayudarán a medir los parámetros para diagnosticar cuándo un caso es salvable?-

-Así es, Bates- confirmó el científico- No podemos permitirnos errores. Las vidas de las criaturas dependen de los resultados que obtengamos.

-Métete, métete y ya...- gruñó con desesperación el menor de los hermanos, tendiéndole una mano a su gemelo para que se introdujera a través de una estrecha escotilla por el cual el músico alegaba no caber debido a las colosales proporciones de su torso, específicamente, de su espalda.

-Macky, de verdad, no entro allí.

-¿Cómo rayos no...? ¡Thomas, métete y ya!

-¿Qué?

-¡Vienen por nosotros! ¡Entra, entra!


21 de mayo de 2012

Armada


Armada by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 
-Ya saben a dónde llamar si las cosas salen mal...

-Sí, gracias Natalie; los mantendremos informados- respondió él formalmente, sintiendo un nudo que se le formaba en la garganta: esa podía ser la última vez que se vieran.

-Cuídate mucho- le pidió ella débilmente, con la voz entrecortada y los ojos llorosos- Te quiero de vuelta, Kaulitz.

-Haré todo lo que esté en mis manos- contestó el hombre con dulzura, estrechando a su mejor amiga entre sus brazos- Además, no estaré solo...

A su alrededor, su hermano y dos de sus amigos se alistaban junto a la avioneta donde una mujer de largo cabello ensortijado los observaba con aire aburrido. De pié a pocos metros del silencioso armatoste de metal, Andreas, Fabiho, Phoebe y Rhoda observaban al reducido grupo de hombres con los labios fuertemente apretados y la expresión angustiada.

-Olvídenlo, no puedo quedarme aquí...- masculló Andreas entre dientes, avanzando hacia sus amigos ante la mirada atónita de su hermana. Ésta, cuando hubo reaccionado y se dio cuenta de lo que sucedía, corrió hacia él para tomarlo del brazo.

-Andy, no- le espetó con dureza, sus ojos llenándose de lágrimas.

-No te preocupes- respondió él, sonriéndole débilmente a su hermana menor- Voy a hacer un cambio. Espérame.

-¿Qué...?

-Hey, recién casado- se dirigió a Gustav, quien de inmediato volvió la mirada hacia él- Te cambio el boleto.

-¿Qué cosa?- respondió éste, sin haber entendido que quería decir el rubio individuo.

-Prefiero evitarme los riesgos de que mi hermana se convierta en una viuda. Es demasiado joven para ello- bromeó el ejecutivo, dándose a entender de inmediato- Quédate, yo voy en tu lugar.

-Andy...

-Él te hace más falta- expresó con ternura el mayor de los hermanos Hoffman, tomando entre sus manos el pequeño y cándido rostro de su hermanita- Quédate con él.

-Está bien- consintió Phoebe de inmediato- Pero con una condición.

-Phoebs...

-Regresa, es todo lo que te pido- lo interrumpió la mujer, acariciando su mejilla sin rasurar.

-Así sea lo último que haga- le sonrió de último, antes de echarse a trotar hacia el grupo de hombres, donde cambió de algunas prendas de ropa con Gustav.

Al cabo de diez minutos de sentimentales despedidas y un rápido repaso del plan de acción, los chicos estuvieron listos, subidos en la diminuta avioneta que contenía justamente cinco asientos excesivamente cercanos unos de los otros. Procurando no mirar atrás, se concentraron en lo que tenían que hacer: salvar a los humanoides.

-Señor Umbrose... que gusto que hayan llegado- recibió uno de los científicos del grupo de Vo a Dorian y el resto de su clan, quienes parecían un tanto nerviosos. Desde que Frances y Alexei se habían topado con Tom y Bill, no habían podido evitar sentirse precariamente temerosos respecto a su destino. Por lo que había expresado el mayor de los hermanos Kaulitz, no parecía que Alice hubiese sido conducida voluntariamente a aquél espectral recinto.

-Gracias...- expresó Dorian de manera indiferente, intentando esconder su pánico mientras tomaba apretadamente la mano de Lexie- ¿Por qué no está aquí el doctor Watts?

-Oh, lo que sucede es que se encuentra un tanto ocupado hablando con la junta directiva- expresó el individuo de facciones amables y cabello escaso- ¿Hay algo que necesiten antes de reunirse con él?

-Nos gustaría instalarnos, si es conveniente- propuso Alexei, saliendo detrás de Dorian y Lexie, sujetando la mano de Frances.

-Por supuesto, síganme por favor- respondió el anciano, avanzando lentamente por el largo pasillo escasamente iluminado que se encontraba frente a los cuatro individuos humanoides. Con desconfianza, se miraron los unos a los otros, sorprendidos ante la inusitada amabilidad con la que los habían recibido, cuando bien sabían por qué se les había llamado a aquél sitio.

Una vez en las alas en las que solían hospedarse cuando sólo eran sujetos experimentales, esperaron a quedarse completamente solos, una vez que su anciano anfitrión les dio algunas indicaciones y sonrientes asintieron en silencio hasta que éste se marchó. Finalmente, se volvieron a mirar los unos a los otros como en el principio, cuando recién habían llegado, pensando en lo que sabían que debían decir pero nadie se atrevía a hacerlo.

-Él no...

-No, no lo creo- interrumpió Dorian- O al menos espero que no.

-Creo que todos nos encontramos igual- expresó Frances, soltando un suspiro resignado- Tal vez la idea de Alice no era tan disparatada después de todo...

-¿Cuál? ¿La de huir?- inquirió Lexie, sin soltar a Dorian un solo instante- Efectivamente, ahora no se ve tan mal pero no creo que hubiésemos tenido muchas opciones. Lo que les dijo Tom...

-No fue muy claro al respecto- la interrumpió la menor de los hermanos Umbrose, deseando pasar el tema por alto. No lo podía creer.

-Igual, no resulta difícil imaginar qué fue lo que sucedió- intervino Alexei- Fue mejor venir por nuestra cuenta que...

Más antes de que pudiera terminar su frase, el sonido de una puerta abriéndose a la distancia llamó la atención de los cuatro individuos, los cuales se pusieron alertas inmediatamente. De manera instintiva, Alexei y Dorian se colocaron al frente de las dos mujeres con las que se encontraban, mientras estas se agazapaban a la defensiva, listas para atacar. Así se mantuvieron largo rato, hasta que la voz suave y agradable del doctor Anderson Watts resonó en sus oídos, seguida de pasos acompasados que se iban aproximando cada vez más a su posición. Instantaneamente, los cuatro sujetos abandonaron sus posiciones de ataque para colocarse en unas más naturales, como si se encontraran ajenos a lo que sucedía a su alrededor.

-Sí, necesitamos verificar eso también... no, ellos no se encuentran lastimados así que díganle a la brigada de primeros auxilios que no se presente, prescindimos de ellos- hablaba para el resto de sus acompañantes el científico, un grupo de jóvenes que parecían más sus hijos que sus alumnos. Finalmente, pareció darse cuenta de la presencia de sus creaciones allí y se dirigió a ellos con una sonrisa, como quien lleva años sin contactar con sus parientes- ¡Hijos míos! ¡Que gusto que ya están aquí! Temí que no quisieran venir a visitarme.

-Padre, ¡pero qué cosas dices!- exclamó Dorian regocijado, intentando ocultar su creciente nerviosismo- Al contrario; en cuanto supimos que estarías aquí, nos mostramos dichosos de reencontrarnos contigo. Nos tardamos debido a todos los asuntos que teníamos que arreglar antes de marcharnos.

-Excelente, hijo; excelente- respondió Watts eufórico, aproximándose a ellos para abrazarlos débilmente- Confío en que, a diferencia de los sujetos de Richard, el señor Roberts estará muy contento con ustedes. ¡Probablemente les permita regresar!

-¿Probablemente?- inquirió Frances inconscientemente, llamando la atención del científico, quien inmediatamente se volvió hacia ella.

-Aún no es una certeza, hija. Las cosas... no están marchando precisamente bien- terminó el doctor, con una enorme sonrisa en su rostro arrugado.

-¿Qué sucede, padre?- intervino Alexei.

-Los chicos de Richard... Creo que son conscientes, ¿No es así? Se... relacionan con humanos, rompen con los objetivos que se les han impuesto... son todo un desastre. Aunque, no es su culpa... Richard tiene la tendencia de que las cosas suelen salírsele de control.

-Te lo dije...- le susurró Lexie a Frances al oído, aunque no lo suficientemente bajo como para que Watts no escuchara.

-¿Qué cosa, Lex?- inquirió el científico con una sonrisa, intentando parecer conciliador.

-Scarlett...

-Yo defendía la política de la unión con humanos porque me parece que el aprendizaje de sus costumbres y reflejos primarios resulta indispensable para nuestra exitosa integración en la sociedad, de manera que nos podamos permitir avanzar con mayor rapidez hacia nuestro objetivo- interrumpió la menor de los hermanos Umbrose, confiando en que había dicho justo lo que el científico quería escuchar; y lo hizo, en efecto, dado que éste comenzó a sonreír con mayor amplitud.

-¿Ven? Ese es el secreto de todo esto: mantenerse con la vista fija en la meta- replicó el científico entre risas, palmeando el delicado hombro de la criatura pelirroja- Me alegra saber que siguen mentalmente en forma. No como esos engendros de Vo... Bien, hijos; debo retirarme, su llegada es motivo de mucha movilización por aquí. Espero que se encuentren a gusto en casa. Pronto llegarán algunos de mis estudiantes a hacerles unos cuantos chequeos, más no se angustien, son procedimientos de rutina...

-¿Padre?- lo interrumpió Dorian de manera conciliadora, dirigiéndose a él con una voz muy suave.

-Dime, Dorian.

-Nos da mucho gusto estar aquí- mintió la criatura, intentando de todo corazón sonar sincero. Al momento, supo que había logrado su cometido cuando los ojos del anciano científico se humedecieron.

-A mí también me da mucho gusto tenerlos conmigo, chicos- replicó débilmente el conmovido hombre- Nos veremos más tarde.