31 de octubre de 2011

Silencio


 
 
 

Después de lo ocurrido aquél día en que Alice Project besara a Bill, las cosas cambiaron tremendamente entre ambos. Consciente de su comportamiento infiel hacia Briant, la humanoide había retrocedido una vez terminado el beso y, tremendamente asustada una vez más por lo que sus sentimientos la impulsaron a hacer, salió corriendo de aquél lugar para finalmente marcharse a casa, como había planeado desde un comienzo. De ahí en adelante, nada había vuelto a ser lo mismo.

Desde ese momento, Bill buscaba con extrema insistencia a la mujer, a quien ahora podía esperar menos para ver diariamente. El tiempo que pasaban juntos en la oficina no le parecía el suficiente para seguirla, observar atentamente a todo lo que la chica hacía y aprovechar cualquier oportunidad para toparse con ella. Por otro lado, Alice se sentía tremendamente culpable por lo acontecido y, dada la persistencia de su jefe para lograr encuentros fortuitos entre ambos, se veía obligada a andar casi a escondidas por la oficina, siendo muy cuidadosa de no toparse con el apuesto pelinegro con quien había fundido sus labios hacía tan poco tiempo. Martha, intrigada por el comportamiento de ambos, jefe y empleada, no había querido comentar una palabra al respecto por respeto a Alice, mas no podía negar que algo extraño se estaba cocinando ahí; sin embargo, al ser tan amiga de Alice, pretendía que nada sucedía e intentaba aparentar toda la normalidad posible.

El clan de Bill, por otra parte, no podían estar más encantados con la situación. Desde el momento en el que Georg se topó con una acalorada Alice Project saliendo de la oficina de Bill el día que habían tenido el altercado de la sala de juntas, supo que algo descomunal había tenido lugar allí. Apresuradamente, se dirigió a la oficina de su colega y amigo, donde lo encontró sentado en la silla de su escritorio, con ambas manos fuertemente aferradas a las recargaderas para brazos del mueble. Con la mirada perdida, una sonrisa macabra en su rostro y abierto de piernas, el bajista de una de las bandas más exitosas de Alemania no tuvo que preguntar lo que había sucedido allí.

-¿Ella...?-

-Sí-le contestó Bill, antes de que terminara de formular la pregunta-Y fue maravilloso-

De ahí, el chisme corrió como pólvora entre los amigos de los hermanos Kaulitz; los cuales, fascinados, soltaron de gritos y vitores ante el relato de Bill de cómo Alice lo había tomado por asalto en su oficina y todo lo que había ocurrido después. Entusiasmados, no paraban de darle consejos para lo que tendría que hacer después, mas el asunto se tornó complicado cuando ella comenzó a evadirlo, cosa que no le parecía buena ni a él ni al resto de sus allegados.

-¡Búscala!-presionaba Andreas a su mejor amigo, el cual iba cada noche a su departamento, buscando que le reconstruyera la confianza para ir a hacer el intento de conquistar a su encargada de mercadotecnia cada día-¡Persíguela! ¡Arrincónala! Lo único que está haciendo es jugar a que le rueges-

-¿Y por eso hace todo esto tan difícil?-inquiría Kaulitz, quien tenía la mente hecha una maraña desde aquél día. Para más, Tom había regresado con Annya después de insistirle hasta el cansancio y ahora no tenía tiempo para estar con él y respaldarlo.

-Les encanta, créeme-le confirmaba el rubio-Tú únicamente tienes que ser persistente, ya dará de sí-

Mas pronto los días pasaron hasta convertirse en dos meses, en los cuales nada cambió en la relación y trato de Alice y Bill, por su parte él ya no encontraba qué hacer con ella, pues lo había intentado todo: desde enviarle ramos de flores a su oficina, regalarle toda clase de cajas de chocolates y tarjetas románticas, así como invitarla a cenar cada noche y ofrecerle entradas para obras de teatro y cine, nada parecía convencer a Alice Project. Por otra parte, él no era el único que tenía la cabeza hecha un muladar: ella también tenía sus propios problemas.

Confundida ante todo lo que había acontecido ese día, la primera resolución que tomó la humanoide después de llegar a su hogar, hecha una maraña de nervios y emociones encontradas, fue avisarle a Briant por medio de un mensaje enviado desde su comunicador que iba a visitar a Selick, su otra compañera humanoide creada por Astrella. Una vez que hubo llegado al elegante departamento de gusto minimalista en el que vivían la delgada mujer rubia y su esposo, la pelinegra se soltó de la lengua, contándole a la segunda persona más cercana a ella cada uno de los sucesos que habían tenido lugar en su vida, desde aquél momento en el que fueron separadas para ir a emprender cada una su misión.

Detalle a detalle, la pareja de Briant fue tremendamente cuidadosa de no saltarse ni un pormenor acerca de su hogar, la manera en la que se relacionaba con su pareja asignada, su empleo y, por encima de todas las demás cosas, de Bill. Le habló largamente de la manera en la que se conocieron, lo que ella había sentido al mirarlo por vez primera, la sorpresa y el contento que sintió cuando descubrió que iban a trabajar juntos y lo placenteramente abochornada que se encontró a sí misma cuando lo besó. En silencio, la delgadísima Selick únicamente la escuchaba, parpadeando insonoramente con sus largas pestañas de manera respetuosa, aguardando al instante en el cual su par le indicase que ya no tenía más que decir. No fue sino hasta entonces cuando se permitió a sí misma reprocharle a Alice su comportamiento, el cual, a ojos de Selick, podía describirse de dos maneras únicamente: vergonzoso e imperdonable.

Partiendo de todo lo que había escuchado salir de labios de la humanoide de cabello carbono, la pareja de Redgie se dedicó a reprenderla por el comportamiento tan "humillante" e "indigno" que, al parecer de la recatada humanoide, había tenido su compañera. Le insistió en que su única tarea era dedicarse a llevar a cabo la misión que se le había entregado, sin permitirse caer en lo que denominó "frivolidades vanas e inservibles". Le recalcó la lealtad que le debía a Briant como su pareja, de lo deshonroso que sería convertirse en la amante de alguien que, bajo la opinión de Selick, era infinitamente inferior a la perfecta humanoide y toda su raza.

Así, lo único que Alice Project logró al cabo de esa larga plática fue una reprimenda, la cual, de manera gradual, fue tornándose dentro de su mente como un comportamiento culposo, mismo que no la dejaba en calma ni un minuto. Acosada por sus errores, así como por las palabras de Selick, ni siquiera podía mirar a Briant a los ojos y, si bien éste lo notaba, no se quejaba, pues pensaba que la frialdad de su pareja hacia él se debía a que tenía cargas de trabajo superiores a la de él. De esa manera, la vida tan cómoda que la humanoide tuviera se convirtió en todo un infierno, el cual se obligaba a sí misma a soportar de buena gana.

No fue hasta un día que se encontraba con Martha en la oficina que ambas compartían cuando ésta comenzó a hablar de Bill: de la manera tan sensual que tenía de moverse, como la de un felino en cautiverio, así como de la suavidad y masculinidad de su voz, capaz de dejar atónita a cualquiera. Ahí, fue cuando ella ya no pudo soportar más: desesperada, se soltó a llorar, sosteniendo su rostro entre ambas manos. Asustada, Martha se aproximó a ella, preocupada ante el comportamiento de la humanoide. Hablando con ella, la mujer de ojos azules le confesó a su colaboradora todo lo sucedido, la dificultad en medio de la cual se sentía atrapada así como los sentimientos encontrados que tenía.

Sorprendida ante semejante declaración, Martha fue bastante cuidadosa de no parecer demasiado anonadada frente a la confesión de la llorosa Alice y, lentamente, se dedicó a hacerle unas cuantas preguntas, al cabo de las cuales se dió cuenta de lo que no había sido evidente para los demás: Alice estaba enamorada de Bill. Sabiendo de antemano lo complicado de la situación en la que se encontraba su compañera, Martha tuvo que ser bastante cuidadosa para abordar de manera correcta el punto al que, después de algunos minutos, llegó: la humanoide debía hacer lo que su corazón le dictara, y si eso era estar con Bill y con Briant al mismo tiempo hasta que decidiera a quién amaba más, así debía ser.

Atemorizada al principio ante la propuesta de Martha, Alice se dijo a sí misma que eso no podía ser; mas conforme pasaban los minutos más razonable le sonaba la idea. Finalmente, se dio a sí misma la oportunidad de intentarlo y que sucediera lo que fuera menester.


30 de octubre de 2011

Inesperado


 
 
 

Precipitadamente, Alice Project arrancó su aerodeslizador y, mientras lloraba de rabia al volante, iba pensando en todas las cosas horribles que la rabia la había hecho decir. La manera en la que se expresó con los demás, las palabras que había usado que, si bien no tenían una connotación tan fatídica, sonaron tremendamente hirientes al pronunciarlas con el tono que ella empleó.

Pensando en todos los rostros de los allí presentes, tanto jóvenenes menores que ella como personas un par de años mayores, se sintió mal al recordar la expresión avergonzada, dolida y falta de dignidad que exhibían aquellos hombres y mujeres quienes, si tal vez se habían equivocado tan fatídicamente como ella se los había indicado, no se merecían que les gritara como lo había hecho. Finalmente, se encontraba el postre de todo ese asqueroso banquete de culpas: el rostro confundido y herido de Bill, quien había acudido a preguntarle a Alice si todo se encontraba bien y, en respuesta, la humanoide le contestó de manera grosera y petulante.

Entristecida al recordar los ojos decepcionados con los que él, el hombre que más respeto y admiración le causaba en el mundo, la había observado, Alice se sintió como una bestia por haberse comportado así con él. Arrepentida, desactivó en el panel de mando del aerodeslizador la modalidad de piloto automático y puso ambas manos en el volante, para retomar el control del vehículo, con el cual se dirigió de vuelta hacia el edificio de CherryTree en Los Ángeles en donde Tokio Hotel y todo su equipo de trabajo se reunían.

Una vez en el complejo, subió todos los pisos, atravesando el edificio de manera vertical con una suave música de fondo que resultaba, hasta cierto punto, relajante. Mentalmente, revisó el mapa de la compañía, al que únicamente los trabajadores del edificio tenían acceso, y verificó que el líder de Tokio Hotel se encontrase aún en el piso que tenían asignado dentro del magno constructo de vidrio y concreto. En su oficina, lo visualizó dando de vueltas alrededor de su escritorio y, entusiasmada, sonrió para sí misma.

Llegado el piso en el que tenía que bajarse del amplio y fresco cubículo de metal, la chica de piernas largas avanzó hecha un bólido a lo largo del pasillo que llevaba a las oficinas de los chicos, específicamente a la que Bill Kaulitz compartía con su hermano Tom. Conforme iba pasando ala tras ala de juntas y pequeñas oficinas cubiculares, las personas la miraban, esperando que estallara de nuevo mas ésta vez ella iba suficientemente tranquila como para soportar lo que se le viniera encima. Finalmente, alcanzó la puerta de madera que ostentaba en una pequeña placa de metal reciclado el nombre de ambos gemelos, seguido del título "Productor" en cada uno de los casos.

Dentro, el pelinegro vocalista hablaba por su holocomunicador, su voz angustiada y su expresión convertida en el vivo reflejo de la decepción y la incomprensión. Indecisa al pensar si debía ir e interrumpirlo o no, Alice se encontró en una encrucijada. No fue sino hasta que él dio cuenta de su presencia que se quedó completamente sin habla, pensando que estaba sufriendo una especie de alucinación; ahí, de pié frente a él, se encontraba la misma Alice molesta de hacía menos de diez minutos, excepto que en aquella ocasión parecía más calmada y, hasta cierto punto, avergonzada.

Sin palabras, ella se acercó a pasos alargados hacia él, encajonándolo contra la pared de cristal que tenía a su espalda. Pegada a su cuerpo, pendiente de la respiración acelerada del hombre, apenas y fue capaz de mirarlo a los ojos.

-Lo siento-susurró ella, sus labios cercanos a los del humano que tenía frente a sí. Atónito, él no podía dar crédito a lo que veían sus ojos y a lo que sentía su cuerpo.

Y fue así como, guiada por un loco impulso controlado por el subconsciente, lo besó. Los perfectos y sonrosados labios de Alice Project entraron en contacto con los de Bill Kaulitz quien, incrédulo, apenas y podía pensar en lo que estaba pasando ahí, frente a él. Al principio, ambos se quedaron estáticos, sus bocas apenas tocándose; mas, cuando dieron cuenta de lo bien que se sentía estar unidos de esa manera, ambos se dejaron llevar. Ella, presionando su cuerpo delgado contra el de él, entrelazó sus manos tras el cuello del hombre, acariciando su nuca con sus delgados dedos. Por su parte, el cantante desplazó sus dos manos hacia la cintura de la mujer, acercándola aún más a su entallada figura.


28 de octubre de 2011

Otra cara


 
 
 

De pié frente a la sala de juntas, el silencio que provenía de la usualmente bulliciosa estancia era espectral. Asustado, Bill temió por un momento que a los que se encontraban dentro de ella pudiese haberles sucedido algo; así que, resuelto, entró por la pesada puerta de madera, para encontrarse a Alice, directamente de frente, con la espalda curvada, ambas manos sobre la mesa pulida y el cabello bajándole sobre el rostro.

-¿Acaso es tan difícil hacer las cosas bien en este lugar?-inquirió la voz de Alice, muy diferente a como Bill la había escuchado decenas de veces; esta vez, Alice Project se encontraba enojada.

-Pero...-

-¡No admito un solo "pero"!-espetó ella para el joven que había intentado comunicarse con ella, recobrando su postura erguida, el gesto enérgico y el ceño fruncido que hacía que su rostro angelical luciera feroz y atemorizante-¡Es que no puede ser posible!-gritó con fuerza, estrellando su puño derecho de manera inconsciente contra la superficie de la mesa, dejándole una ligera abolladura tras el golpe-¿Qué no saben entender instrucciones? ¿Acaso no fui suficientemente clara? ¡Que alguien en este momento me diga si no entendió las pautas que les asigné para el trabajo!-

En silencio, todos los presentes bajaron la mirada; se trataba de un grupo de jóvenes, algunos apenas mayores que Alice. A un lado de la criatura que le robaba a Bill el aliento, se encontraba Martha, la cual también parecía bastante asustada.

-¿Alice?-llamó el vocalista de Tokio Hotel a su encargada de mercadotecnia y publicidad, la cual, de manera inmediata, al escuchar su nombre lo enfocó a él dentro de su campo de visión.

-¿Sí?-contestó ésta de manera venenosa, concentrando cada vez más su mirada en el indefenso Bill, el cual sentía su nerviosismo crecer conforme la atención de ella sobre él iba aumentando.

-¿Es... estás bien?-inquirió él, intentando mostrarse amable con ella. Ante semejante pregunta, la humanoide, más que sentirse reconfortada o agradecida por la preocupación de su jefe, se sintió aún más enfurecida.

-¿Que si "estoy bien"'?-repitió la mujer de ojos brillantes y rostro amenazador-¿Te parece que esté bien?-

-Ahm... no-contestó el hermano mayor de Tom Kaulitz nerviosamente-¿Hay... algo está mal?-

-¿Mal?-saboreó la palabra la criatura no humana, como si intentara asociar los conceptos mentales que tenía de maldad con las porquerías que sus subordinados habían hecho-No... en absoluto. Lo único que hicieron estos idiotas fue ¡arruinar todo el trabajo que teníamos ya, maldita sea!-

Horrorizados, todos los presentes sintieron sus ánimos encogerse cuando escucharon a la encantadora jefa de mercadotecnia hablar de esta manera, más por la expresión violenta que sobrecogió su rostro, enrrojeciéndolo ante el furor de su coraje. A punto de hacer la mesa de juntas pedazos a causa del enfado que contenía en su interior, una alarma mental se disparó dentro de la mente de Alice Project, una que el doctor Vo había programado dentro de todas sus creaturas para indicarles cuando su furia rebasara los límites de la racionalidad. Dándose cuenta de esto mismo, la humanoide retrocedió atemorizada, sorprendida por la facilidad con la que se había dejado llevar por sus emociones y, sin decir una palabra más, salió de la sala, empujando a Bill a su paso, sin dar explicaciones al respecto.

En silencio, se dirigió hacia el ascensor ejecutivo, el cual tomó tan pronto éste hubo llegado a su piso y ya en el nivel de estacionamiento pidió a la máquina que le trajera su hermoso aerodeslizador deportivo azul, en el cual se subió con el rostro anegado en lágrimas. Una vez en el asiento del conductor, programó el vehículo para que viajara solo a su hogar. De pié en el pasillo frente a la sala de juntas, Bill Kaulitz permanecía en un silencio atónito, al igual que el resto de los presentes.


26 de octubre de 2011

Resplandor


 
 
 

A pesar de los problemas que tenía cuidando de su hermano, el cual se escapaba de su cuidado cada vez que podía para ir a buscar a Annya, las tres semanas que siguieron a aquél trágico día en el cual Bill Kaulitz encontró a su gemelo gimiendo debajo de un puente abandonado fue absolutamente maravillosa. Desde el primer día que había comenzado a trabajar con Alice, apenas veinticuatro horas después de que se enteraran que ella iba a ser la trabajadora del hombre del cabello corto y las uñas siempre pintadas de negro, todo había sido maravilloso: ella era muy cooperadora, tenía facilidad de palabra para expresar claramente lo que a los demás les costaba trabajo decir, cargada de excelentes ideas y una creatividad innata que era la salvación del equipo completo, trabajar con la señorita Proyect era toda una delicia. Fascinado con su trabajo al lado de ella, Bill apenas y podía esperar cada mañana para salir de casa, enfundado siempre en ropa que, aunque luciera casual, siempre lo hiciera lucir bien.

Ahora, cada mañana, después de levantarse y darse una ducha rápida, pasaba a arreglarse cuidadosamente frente a los múltiples espejos que anteriormente tenía en su habitación y que apenas de manera reciente había regresado a la misma, pues antes los tenía guardados en cajas en su estudio. Se daba una buena maquillada, se arreglaba cualquier detalle que no terminara de gustarle y procedía a despertar a Tom quien, como un niño pequeño, sollozaba en cuanto escuchaba la voz de su hermano Bill que lo llamaba, rogándole que se levantara ya. De ahí, mientras Tom se arreglaba para salir, el menor de los Kaulitz se las ingeniaba para hacer el desayuno pues, aunque no era muy bueno cocinando, siempre se las ingeniaba para hacer que Thomas y él salieran por el ascensor con el estómago, si no retacado de comida, suficientemente lleno de alimento como para rendir hasta la hora del almuerzo, la cual disfrutaba enormemente Bill acompañado por el resto de la banda,  ocasionalmente sus amigos y las encantadoras Martha y Alice. Con pretexto de que no tenía hambre, Tom se escabullía de ellos para mandarle mensajes a Annya; aún así, el hijo menor de Simone Kaulitz siempre se las ingeniaba para que su hermano comiera aunque fuera un pequeño refrigerio antes de marcharse a encerrarse en las cabinas de grabación del estudio.

Fascinado con su nueva situación, Bill se la pasaba sonriendo todo el tiempo, saludando a cuanto empleado se le cruzaba por delante, pasando más tiempo en compañía de sus amigos y de su hermano. A sabiendas de que su estado de ánimo, así como su vida, ya no eran las mismas un día se decidió a salir de compras con Phoebe y Natalie, cosa que no hacía desde largo tiempo atrás, y resurtió su gastado guardarropa con prendas nuevas, llamativas y de telas que hacían resaltar de manera bastante favorable los rasgos corporales del vocalista. Por otra parte, pasaba más tiempo con sus amigos, con los cuales salía a bares, a jugar tennis con los G's y Andreas de cuando en cuando y a ver el basketball con Fabiho y Georg cada domingo. 

Jamás dejaba de rondar la oficina de Alice y, siempre que tenía la oportunidad, de camino a la oficina o durante la tarde le compraba un pequeño presente de cualquier lugar al que fuera. Mascadas, collares, aretes, sencillos suéteres y blusas, le conseguía cualquier cosa que pensaba podía gustarle. Igualmente, poniendo de pretexto que en su cumpleaños pasado le habían obsequiado un vale por un cierto número de bouquettes florales, se la pasaba enviándole a Alice toda clase de arreglos florales a su oficina, los cuales la chica adoraba. Así, cada noche Alice Project salía de la oficina con una vasija, jarrón o envoltorio de celofán diferente entre brazos en dirección a su aerodeslizador.

-¿Me puedes decir qué estás esperando?-le preguntó Andreas a Bill, un día que se encontraban solos en una de las pequeñas oficinas del estudio de grabación.

-¿Esperando?-repitió el pelinegro sin entender a lo que se refería el hombre de tez trigueña sentado frente a él-Me temo que no comprendo-

-¿Cuándo la vas a invitar a salir?-puntualizó Andreas, inclinándose en su silla hacia adelante. Al contrario de su acompañante, Bill se echó para atrás en su asiento, una mullida silla de tapicería negra, temeroso ante la idea de pedirle una salida a la hermosa e intimidante Alice.

-¿Salir?-musitó Bill, temeroso, tragando saliva de manera audible-Creo... creo que eso es un poco precipitado, viejo...-

-Nada de "precipitado"-se interpuso el mejor amigo de los gemelos, presionando al vocalista de la banda-¿Cuándo?-

-Andreas...-

-Bill-le contestó éste con toda seguridad, irguiéndose en su silla, mientras le dedicaba al hermano menor de Tom una larga mirada de reproche.

-¡No me hagas esto!-le pidió el hombre del otro lado del escritorio de madera obscura al que llevaba años siendo su mejor amigo-¡Sabes que no puedo!-

-¡Claro que puedes!-refutó el hombre del saco color caqui-De hecho, podrías aprovechar e ir ahorita... escuché que está sola en su oficina-

-Yo... no creo que sea una buena idea...-

-¡Ve!-le contestó el hermano de Phoebe al desgreñado cantante, haciéndolo levantarse de su silla inmediatamente, para dirigirse hacia la puerta que interconectaba la acogedora estancia con el largo pasillo que las iba relacionando a todas como las ramas de un árbol. Divertido ante semejante espectáculo, el hombre de cabello rubio y hombros anchos no pudo evitar sonreír.

-¡Y luego me cuentas qué te dijo!-alcanzó a gritarle al vocalista de Tokio Hotel, antes de que éste abandonase la habitación.


24 de octubre de 2011

Apoyo






-Me tengo que ir-enunció Bill de un momento al otro, tan repentino como su hermano, al mismo tiempo que se levantaba del sofá en el que se encontraba recostado. Al instante, todos sus amigos se alertaron, pues el comportamiento de los gemelos les indicó que algo andaba mal.

Inmediatamente, los presentes intentaron persuadirlo de que les contara el motivo por el cual se iba, mas él no dio su brazo a torcer: simplemente les dijo que se los explicaría después. Así, sin más razones, los abandonó, metiéndose en el ascensor sin pronunciar una sola palabra. Ahí, presionó el botón de emergencia, el mismo que forzaba al cubículo de metal a descender al doble de velocidad de lo normal; esto, lo cual específicamente sólo debía ser utilizado en casos de extrema urgencia, no era muy recomendable, pues su uso prologando producía un desprendimiento ligero de las articulaciones.

Al cabo de lo que fueron segundos, el menor de los hermanos Kaulitz ya se encontraba en el nivel de estacionamiento, en donde con el control del aerodeslizador de Andreas llamó al vehículo que le pertenecía a éste, dado que, como había llegado con Tom, olvidó traer su propio aero y se vio en la necesidad de pedirle a su mejor amigo que le prestara el suyo. Una vez que se hubo introducido en el ligero armatoste aerodinámico de metal, el vocalista de Tokio Hotel encendió el motor y se precipitó hacia las coordinadas que su cabeza le indicaba. A pesar de que nunca había estado en el lugar, conocía la manera de llegar, viboreando entre las calles con mucho cuidado para no producir un accidente.

Finalmente, dio con el agujero subterráneo oculto, abandonado de toda civilización, pues era un puente debajo de un río completamente seco, en un parque solitario. Lentamente, estacionó el aerodeslizador de color blanco debajo del puente, del otro lado del amplio espacio debajo del riachuelo ahora inexistente. Ahí, se bajó con mucho cuidado y, con sus pasos resonando por todo el lugar, avanzó hasta donde su hermano se encontraba tendido con los ojos cerrados, enrrojecidos e hinchados. Sintiendo compasión por él, lo miró largamente, sabiendo que, a pesar de que siempre pretendía que todo estaba bien, en realidad se encontraba increíblemente destrozado.

-Thomas...-lo llamó con delicadeza, sacudiéndolo por el hombro para despertarlo. Lentamente, el mayor de los hermanos Kaulitz fue abriendo sus párpados, recobrando el sentido poco a poco-Thomas... despierta-

-Macky...-sollozó Tom con dificultad-Macky... quiero... quiero verla...-

-Tom, no-lo interrumpió Bill, ayudándolo a incorporarse-Ahora vamos a ir a casa, vas a dormir un poco y... mañana será otro día-

-No...-chilló el hombre de trenzas, frunciendo el ceño-Quiero... buscarla-

-Vamos a casa, anda-le insistió su hermano gemelo, antes de apoyar el brazo de su hermano a lo largo de sus dos hombros, mientras se las ingeniaba para cargar con parte de su peso-Ven... vámonos-


23 de octubre de 2011

Dependiente





Sentado aún al lado de Natalie en la sala de Andreas, Tom comenzó a sentirse súbitamente incómodo, como si tuviese algo atravesado en la garganta. De repente, el recuerdo de Annya y sus dulces labios contra los suyos asaltó su mente, dejándole un mal sabor de boca. Inconscientemente, comenzó a pensar cada vez más en ella, al mismo tiempo que fingía seguir en la reunión, de la cual ya no tenía ni pista pues la conversación había cambiado y entre recuerdo y recuerdo de la que fuese su novia, no prestaba demasiada atención. Súbitamente, se levantó en silencio, ante lo cual todos los presentes fijaron sus miradas en él, extrañados.

-¿Tom?-lo llamó Bill, quien, a pesar de su estado letárgico de enamoramiento se dio cuenta perfectamente de la perturbación que habían sufrido los pensamientos de su hermano-¿Estás bien?-

-¿Eh?-murmuró el interpelado, el cual volteó torpemente para mirar a su gemelo, el cual, a su vez, lo observaba perturbado-Sí... yo... estoy bien. Creo que... creo que me voy a ir a casa ya, me siento un poco cansado-

-Si quieres puedes quedarte, viejo-intervino Andreas, el cual se alertó en cuanto notó la manera tan lenta en la que Tom comenzó a hablar-Sabes que mi cuarto de visitas siempre está disponible para ti-

-Muchas gracias, amigo pero creo que paso esta vez-repuso el pelinegro, acomodándose la chamarra negra que traía puesta-No quisiera molestarlos. Macky, te veo allá, ¿Está bien?-

-Sí, claro... como gustes...-contestó Bill, confundido y a la vez angustiado por la estabilidad de su gemelo para manejar a casa.

-Que pasen buena noche, chicos... los veo luego-se despidió Tom, antes de salir por la puerta que llevaba al  pasillo y después al recibidor principal de la casa de su mejor amigo. Ahí, se metió en el ascensor tan pronto éste hubo llegado al piso en el cual vivía Andreas Hoffman desde hacía un par de años.

Dentro, el hombre de tez bronceada y facciones atractivas comenzó a sentir una especie de opresión en el pecho que sentía le cortaba el aliento. Sofocado, comenzó a toser, intentando sacar aquello que tenía en sí, sabiendo de antemano que no podría hacerlo, pues su mal no era algo físico, sino emocional. Desesperado, se soltó a sollozar con voz lastimera, mientras sus dedos se tropezaban por alcanzar la cajetilla de cigarrillos que tenía guardada en la chamarra. De pronto, se dio cuenta de que aún se encontraba en el ascensor y, por lo tanto, no podía fumar. Impaciente, se sintió aún peor cuando se dio cuenta de que aún faltaban varios pisos para llegar a la planta de estacionamiento del lugar.

Una vez que hubo alcanzado el piso en el cual se ubicaban todos los aerodeslizadores del edificio, un desesperado Tom se precipitó hacia su aero, del cual tomó el volante rápidamente entre sus manos y, virando con brusquedad, se las ingenió para llegar a un puente solitario, bajo el cual se refugió, casi saltando del aero para abandonarlo. Una vez fuera, prendió su cigarro con dedos temblorosos, asiéndolo con dificultad mientras se quemaba los dedos con el encendedor. A pesar del relajante efecto de la nicotina, el cual percibió tras la primera calada, la angustia que sentía su corazón no se iba.

Al cabo de cinco cigarrillos, ya mucho más exaltado, Tom recurrió a su última arma: su holocomunicador. Ahí, marcó mentalmente la clave digital única, también conocida como CDU, de Annya, esperando que ésta le contestara. Lo que no sabía, era que la mujer había desactivado su comunicador y, por lo tanto, un holograma previamente grabado de una sonriente Annya lo recibió.

"En este momento no puedo contestar tu llamada, pero por favor déjame un mensaje o contáctame en alguna de mis redes sociales y me comunicaré contigo tan pronto como me sea posible. En caso de emergencia, pulsa el botón rojo en tu pantalla", pidió amablemente la imagen, sonriendo en todo momento. Con urgencia, Tom presionó cientos de veces el botón rojo, el cual, al parecer se encontraba desactivado. Frustrado, el hombre se tiró al suelo, antes de colocarse en posición fetal, lloroso y con el rostro rojizo.

-¡Anny!-comenzó a gritar, completamente solo, aislado de la sociedad-¡Anny!-


21 de octubre de 2011

Enfermiza relación











-Creí que seguías saliendo con él...-

-Yo creí que tú hablabas menos-le contestó ella groseramente al hombre que la acompañaba, ambos sentados en uno de los íntimos privados del Madisson Lounge. Fingiéndose ofendida ante el comentario, la delgada mujer de piernas largas y pies pequeños se levantó sin decir una sola palabra más del asiento en el que se encontraba acomodada, ante lo cual el sujeto que venía con ella la tomó de la mano, impidiéndose que se alejara de él.

-Anny...-

-Sabes la poca tolerancia que tengo para ese tipo de comentarios-espetó ella, como si se le hubiese injurtiado gravemente-¿Cuándo van a entender todos que...?-

-Lo hiciste por el chico...-

-Por caridad-lo corrigió, retomando su lugar a su lado-No me vas a decir que no te inspira un poco de... lástima-

-Más que eso-sonrió el caballero que se encontraba con Annya Nikova, ambos sentados de una manera muy comprometedora el uno junto al otro. O, más bien dicho, el uno sobre el otro-Me da pena-

-Lo supuse-rió ella con deleite, complacida ante el hecho de que alguien, además de ella, dejara en claro la clase de basura que era Tom Kaulitz. A pesar de que ya había pasado cierto tiempo desde el incidente, la rencorosa modelo seguía aún bastante enfadada-Ahora... ¿En qué estábamos?-

Vestuario de Annya
Lentamente, una delgada mano de piel trigueña se fue deslizando por el cuello del hombre, un tal Xavier al que la modelo más sobresaliente de Rumania conocía de hacía poco tiempo. De manera sensual, los deditos de uñas sin pintar y cutículas rosadas caminaban, se deslizaban sobre la tez acaramelada de Xavier, el cual disfrutaba cada una de las caricias que la mujer de veinticuatro años le prodigaba. 

A pesar de estar enfocada en los ojos penetrantes del puertorriqueño con el que se encontraba, inconscientemente Annya no podía dejar de pensar en una sola persona: Tom. Herida hasta límites casi imposibles, el mayor de los hermanos Kaulitz la había herido en lo que ella valoraba más de toda su persona: su inquebrantable orgullo. Incrédula ante la idea de haber sido dejada como una prostituta corriente, en un principío pensó que se trataba de un juego, una broma de parte de Tom, quien, para su gusto, tenía un pésimo sentido del humor; mas, cuando vio que éste no regresó al cabo de cinco minutos, lo que en un principio se había manifestado como sorpresa e incredulidad se transformó en indignación e ira.

Ahora, en su cabeza había un mensaje, una notificación de una holollamada en la cual el rostro del guitarrista de Tokio Hotel aparecía en tres dimensiones, casi como si se encontrase ahí con ella. Angustiadas, las facciones de aquella cara no mostraban otra cosa que desasosiego, mas la mujer de vestido negro y tacones escarlatas únicamente se dedicó a deleitarse con aquella imagen en vez de contestar. Quería verlo sufrir, llorar, sentirse impotente y saberse la clase de basura que era y que ella, era una persona tremendamente compasiva por salir como un bicho como él. Después de todo, así había sido desde un principio.

De pié en medio de una cena de gala para una de las muchas casas de moda para las cuales ella trabajaba, lo divisó a la distancia. Ataviado con un elegante traje negro Dior, de pié junto a su hermano gemelo, luciendo evidentemente aburrido. Le contestaba a las personas por mera educación, entablaba conversación con ellos sabiendo que no le quedaba de otra, mas, cuando la encontró, parada del otro laod del salón con una copa de champagne en la mano, su expresión cambió del aburrimiento al más vivo interés.

Discretamente, se excusó ante las personas con las que se encontraba, murmuró algo al oído de su hermano y salió caminando directamente hacia ella, sin disimularlo siquiera. Sorprendida ante semejante actitud, la mujer sonrió de manera petulante, antes de tomar un sorbo de su copa de cristal diáfano.

-Buenas noches-la saludó él, comenzando la conversación.

Apenas un mes después, ya eran "novios" pues, si bien no tenían una relación formal, tanto la prensa como todos los medios de comunicación y sus allegados sabían de lo suyo. Aún así, Nikova se seguía dando el lujo de salir con los hombres con los que le daba la gana, durmiendo en una cama que no era la suya de cuando en cuando. Inocente como un cordero torpe, Tom lo ignoraba y, fascinado, pasaba con ella todo el tiempo que la mujer le permitía, pues se la pasaba alegando que "vivía muy ocupada".

-¿Quién necesita un hermano?-murmuró Annya entre dientes, pensando en voz alta, mientras rechazaba mentalmente la llamada de un arrepentido Tom, al mismo tiempo que bloqueaba todo pensamiento que estuviera relacionado con él.


19 de octubre de 2011

Encantado








-¡Y entonces, ella estaba ahí!-interrumpió Bill a Hagen, quien le estaba relatando a Natalie lo que había sucedido aquella mañana en la reunión con las nuevas encargadas del diseño y la publicidad del disco. Mientras tanto, el susodicho, aún perfectamente maquillado, suspiraba en un sofá aledaño al de Hagen, inconsciente de todo.

-¿Ella?-exclamo la mujer, sorprendida, atragantándose con el trozo de manzana que se había metido a la boca mientras abría los ojos grandes como platos, incrédula ante lo imposible de la situación-¿La del restaurante?-

-¡La misma!-repuso el bajista con entusiasmo-¡Y lo mejor de todo! ¡Lo reconoció!-

Sala de Andreas
-¡Por supuesto que lo reconoce!-puntualizó ella, ante lo que Hagen se quedó atónito mientras Bill sonreía con satisfacción, apostado en uno de los asientos de la sala de Andreas, tan largo como era, con su cabeza reposando en un cojín-¿No te diste cuenta en el restaurante?-

-La verdad andaba baboseando ese día-confesó el mayor de los chicos, sonriendo avergonzado. Así como Bill, también Moritz tenía sus momentos de poca lucidez, en la que se ponía a pensar en otras cosas que usualmente a nadie le contaba.

-¿Nada más ese día?-intervino una voz dentro de la conversación, perteneciente a un hombre rubio, el cual avanzaba entre los cuerpos que se encontraban en el suelo, sorteándolos como minas explosivas, mientras se dirigía al taburete que había en medio de todos ellos, en el cual colocó una bandeja llena de quesos.

-El tema de este momento es Bill, no te distraigas-le contestó Hagen a Andreas, el mejor amigo de los gemelos, quien, una vez que hubo dejado la bandeja de comida en el centro del grupo, se acomodó a los pies del sillón en el cual se encontraba el menor de los hermanos Kaulitz. Entretenido, el hombre de sonrisa encantadora, cabello rubio y espalda ancha no pudo evitar reírse del entrecejo fruncido de Hagen, el cual apenas y le prestó atención durante un segundo antes de girarse de nuevo hacia Natalie.

-¿Y qué hizo después?-preguntó Phoebe, curiosa, tendida sobre su vientre y con el rostro entre sus manos, mientras observaba y escuchaba atenta, con la cabeza de su novio recostada de manera perpendicular sobre su espalda.

-¡Eso fue lo más increíble del caso!-respondió Hagen, atragantándose con las palabras a causa de la emoción, alzando el volumen de su voz conforme iba hablando-¡Ella...!-

-Me abrazó-completó Bill la oración, con toda tranquilidad, sus ojos dulcemente cerrados y sus labios transformados en una sonrisa soñadora. Anonadados, el resto del clan de amigos de Bill Kaulitz, los cuales escuchaban atentamente la historia, se quedaron con la boca abierta y los ojos saltados, sin poder creer lo que les contaban, ¿Tanta era la suerte del vocalista de Tokio Hotel?

-Vaya, vaya...-enunció Andreas, el primero en hablar de nuevo después de un rato en el cual todos los presentes se quedaron en silencio-¿Y cuál es el siguiente movimiento, casanova?-

-Pues... no lo sé...-contestó Bill con voz soñadora, pensando en las infinitas posibilidades de un futuro al lado de Alice Project.

-Podrías... no sé... invitarla a salir-propuso Klaus, tomando la mano de su novia mientras lo decía: esa era la forma en la que se había ganado a la extrovertida Phoebe, pidiéndole una cita.

-O podrías tirarte de un acantilado-sugirió Fabiho, entrando por la puerta que conducía del pasillo principal del carísimo pent-house de Andreas Hoffman a su sala de juegos y reuniones.

-Lo segundo me parece mejor idea-convino Bill, temeroso ante la idea de pedirle una cita a Alice Project. Se le hacía tan... imposible. Tan inalcanzable.

-No seas marica, hermanito-intervino Tom, saliendo de otra puerta distinta, detrás del bar de madera lleno de botellas cristalinas-Tienes que armarte de agallas, demostrarle que eres todo un macho-

Ante semejante afirmación, el menor de los Kaulitz lo único que hizo fue pestañear coquetamente con sus ojos delineados, los cuales abrió un poco más de lo normal para darle a entender a su hermano mayor que él no era precisamente lo que se denominaría "un macho". Encantados ante este gesto, todos sus amigos se echaron a reír, coincidiendo mentalmente con su ocurrencia.

-De acuerdo, me equivoqué-reconoció Tom, antes de sentarse en el suelo, cercano a Natalie, quien, descuidadamente se dedicó a rascarle suavemente la cabeza tan pronto se hubo acomodado en el suelo, sus largas piernas estiradas sobre el tapete color hueso que había debajo de él.

-¡No tiene de qué preocuparse!-intervino Phoebe a favor de Bill, encantada con toda la situación-Las cosas se irán dando, después de todo, tienes todo el tiempo del mundo para acercarte a ella-

-Oh, chicos...-suspiró el hermano menor de Tom, ante la mirada atónita de todos los presentes: nunca lo habían escuchado respirar así. Acto seguido, volvió a acomodarse con la espalda completamente reclinada contra la superficie del sofá, mientras cerraba los ojos y acomodaba sus manos sobre su pecho de una manera bastante dulce-¿Quién lo diría? La esperé tanto tiempo y, ahora...-

-Aquí-enunció Andreas, a punto de completar la frase de Bill.

-Está...-suspiró Natalie, feliz por su mejor amigo-Así es. Te lo dijimos...-

-Ya lo sé-sonrió el pelinegro, volviéndose a acomodar en el sillón de manera que quedaba viendo a sus amigos, los cuales lo observaban de regreso con una enorme sonrisa en sus labios-Y les agradezco mucho lo pacientes que han sido conmigo durante este tiempo...-

-Oye-repuso Fabiho, hablando por todos. Quizá no era el más cercano a Bill, pero aún así le guardaba un gran respeto y aprecio-¿Para qué son los amigos entonces?-

-Si no es para tolerarte...-continúo Hagen las palabras de su mejor amigo, añadiéndole su característico toque humorístico y burlón a la situación.

-Patearte-sonrió Klaus dulcemente, añadiendo algo de su cosecha a lo ya dicho.

-Y decirte mil y un veces que no seas una marica-remató Andreas, sonando de lo más tierno a pesar de sus palabras.

-Es nuestro trabajo-sonrió Phoebe de último.

-Y se los agradezco-repuso Bill, al borde del llanto, conmovido por las palabras de sus amigos, su familia-Mi vida estaría vacía sin ustedes-

-Vacía...-repitió Tom casi en silencio, observando su holocomunicador mentalmente: seguía sin haber una sola llamada de Annya.


17 de octubre de 2011

Perfecta





-Es sencillo... ya modificamos las mentes de todos los elementos de la revista, inclusive de la editorial: están listos para entrar a escena-sonrió un hombre cuyo rostro apenas y se veía a causa de la obscuridad reinante en aquél rincón del planeta. La sala, la cual era amplia y llena de asientos todos alineados en torno a una mesa larga y negra, se encontraba completamente desierta y escasamente iluminada, las únicas presencias dentro de la habitación eran las de los dos hombres, cada uno repartido a la cabeza de la mesa en posiciones idénticas y ubicaciones contrarias.

-Magnífico...-repuso el otro sujeto, el de cabellera entrecana y escasa-¿Entonces llegan mañana a América?-

-Exactamente-contestó el implantador.

-Serán todo un suceso...-mencionó al aire el hombre de la bata, el científico de rostro arrugado y sonrisa macabra.

-Nuestro éxito depende de ello, doctor-le recordó el implantador a su jefe, el cual había sido muy específico con sus ordenes.

-Así es...-musitó el doctor Anderson Watts, extendiendo su mano izquierda hacia un punto detrás de él, el cual resultaba muy poco visible dada la obscuridad que reinaba en el cuarto.

Apenas segundos más tarde, una mano se posaba sobre la suya: la diferencia entre ambas era que la primera, la del doctor, presentaba pliegues propios de su avanzada edad así como manchas de color distinto al de su tez blanca, mientras que la otra, la que se encontraba encima de la del hombre, era de piel tersa y blanca, impecable como la porcelana y firme como sólo podía serlo debido a una perfecta juventud. Acto seguido, apareció el cuerpo, espectral como una aparición, la figura delgada y bien proporcionada, así como el lustroso cabello pelirrojo, los labios carmesíes y los ojos verdes.

-¿Estás lista, encanto?-le preguntó el científico a la criatura que había a su espalda. Frente a ambos, el hombre que se había encargado de introducirla a ella y al resto de sus compañeros dentro de la memoria colectiva humana permanecía atónito, su rostro desencajado a causa de la sorpresa, la cual se movía motivada por la perfección atormentadora de las facciones que tenía ante sí.

-Por supuesto, doctor-repuso la melodiosa voz, mientras los labios se curvaban en una sonrisa macabra y encantadora al mismo tiempo.


16 de octubre de 2011

Esto es trabajo





En la calzada del estacionamiento, en el área establecida para peatones, el entaconado pié negro apareció, bajándose con cuidado del aerodeslizador en el que venía montado. Encantado de venir a trabajar por primera vez en mucho tiempo, el dueño del brillante zapato sonrió abiertamente una vez que hubo descendido por completo del vehículo que lo había transportado al edificio en el cual se encontraba.


-No los conozco-repuso ella, sonriendo avergonzada. ¿Por qué no le habían dado esa información previamente? ¿Es que acaso planeaban que por sí misma fuese descubriendo la cultura en la que se encontraba metida?

-¿Cómo puede ser eso posible?-repuso la otra voz femenina, bastante sorprendida ante semejante situación. ¿Cómo podía ser que no supiera absolutamente nada acerca de ellos?

Del otro lado del aerodeslizador, la suela de un tenis Reebok hizo contacto con el asfalto negro que había por debajo de él, segundos antes de que otro zapato similar al primero se estrellara contra el suelo. Hastiado, el dueño del calzado soltó un suspiro cansino antes de presionar en el control de mando del vehículo el botón que cerraba y aseguraba todas las puertas del mismo. Apenas lo hubo hecho, el enorme armatoste de metal fue descendiendo con delicadeza hasta topar el suelo con un golpe insonoro, para apostarse sobre él al mismo tiempo que los engranes de las puertas trabajaban a toda marcha para cumplir su función de cerrar las puertas.

-Otro hermoso día de trabajo-repuso la voz de uno de ellos, avanzando a través del estacionamiento completamente desierto hacia la única puerta que había para salir de él.

-Lo que tú digas...-respondió su acompañante en voz muy baja, sin compartir el entusiasmo que el otro individuo irradiaba en magnas cantidades.

-¡Thomas, relájate!-le pidió Bill Kaulitz a su hermano mayor, el cual esperaba impaciente el ascensor que los llevaría al nivel de recepción-Todo va a estar bien. Dale tiempo a Annya-

-Es que precisamente de eso es de lo que tengo miedo: de darle tiempo-confesó Tom a su gemelo, el cual no pudo evitar observarlo con extrañeza: jamás lo había visto comportarse así con ninguna otra mujer-¿Qué pasa si en ese tiempo encuentra a alguien más? ¿Si me reemplaza?-

-Entonces...-

-No te atrevas a decirlo-lo amenazó Tom, cerrando los ojos mientras levantaba un dedo, el índice, en señal de advertencia-Mejor vamos a dejar esto por la paz un rato...-

-Está bien...-contestó Bill de manera condescendiente, sabiendo que su hermano no se encontraba en su mejor momento.

-¿Así que eso es lo que quieren?-inquirió, en otra parte de la ciudad, una agradable voz femenina.

-Básicamente-contestó la otra mujer que se encontraba en el cuarto, cruzándose de piernas-Además, te tengo otra excelente noticia-

-¿Cuál es?-inquirió la primera, reclinándose en su cómoda silla giratoria.

-Tenemos que irnos ya-expresó la morena, sonriendo sin poder evitarlo. Entusiasmadas, ambas mujeres se sonrieron enormemente la una a la otra: no podían esperar para salir de allí.

-¡Buenos días, señoritas!-exclamó una voz masculina, de vuelta en el edificio de dos pisos y montones de cuartos de grabación.

-¡Buenos días!-contestó Bill animadamente, casi saltando ante el saludo de uno de sus mejores amigos-¿Qué hacen aquí? Creímos que todavía no habían llegado-

-Sí bueno... sobre eso... queríamos hablar con ustedes-repuso el hombre frente a Bill Kaulitz, rascándose nerviosamente la nuca, por debajo de su largo cabello castaño miel.

-¿Qué sucede?-disparó Tom, inmediatamente a la defensiva. Si resultaba que querían separar la banda...

-Queremos comenzar a trabajar ya en el siguiente álbum de manera oficial-se interpuso una cuarta voz dentro de la conversación, la de un hombre de rostro sereno, rasgos pacíficos y cabello rubio corto.

-¿Cómo que oficialmente?-inquirió el vocalista de la banda, sin saber bien a lo que se referían sus otros colegas.

-Sabemos que hemos estado trabajando en algunas canciones y todo eso...-repuso el bajito hombre rubio cautelosamente, siendo lo más explícito y cordial posible-Pero estuvimos hablando con Hagen ayer y lo mejor es que comencemos ya a producir el disco en serio. Llevamos meses según encerrados aquí trabajando... mas no llegamos a algo concreto-

En blanco, ambos hermanos se miraron el uno al otro y, avergonzados, se dieron cuenta de que era cierto: entre sus depresiones, sus problemas amorosos y demás no habían terminado ni una sola canción en meses, ya ni se diga la imagen del nuevo disco así como toda su publicidad. Como productores, sabían que era su trabajo y que no lo habían estado cumpliendo, dormidos ambos en sus laureles.

-Tienen razón, chicos-consintió Bill, metiéndose las manos a los bolsillos del ajustado pantalón, como lo hacía siempre que se sentía encajonado-Por mi parte les pido una disculpa y... les prometo que ya comenzaremos a trabajar bien, como ustedes dicen-

-Pues... de hecho... nos adelantamos un poco y decidimos...-

-Fue consensual-se apresuro a puntualizar Hagen-Aunque si ustedes no están de acuerdo no habrá problema alguno-

-¿De qué hablan?-inquirió Tom, sintiéndose un poco nervioso ante el hecho de que se tomaran decisiones sin él.

-Ya contratamos a alguien para que se encargue de la mercadotecnia del nuevo disco-expuso Klaus, lo más calmado posible-Fuimos muy cuidadosos, sopesamos todas las opciones y... bueno, ellas nos parecieron la mejor opción-

-¿Ellas?-repitió Bill-¿Quiénes son?-

-Nos están esperando en la sala de juntas-se apresuró a contestar Hagen, atento ante un posible desplante emocional de los gemelos, quienes lucían muy alterados-Los estábamos esperando para... hablar con ellas...-

Atónitos, tanto Tom como Bill Kaulitz se quedaron completamente en blanco. ¿A tal grado de irresponsabilidad habían llegado que Hagen y Klaus se habían tenido que encargar de todo? Apenados, los dos se sintieron incómodos en el lugar.

-Vamos a verlas, pues...-farfulló Tom al cabo de un rato en el que ambos hermanos permanecieron en silencio.


14 de octubre de 2011

Humanidad





Sentada tras el elegante escritorio de madera de corte minimalista al cual la habían asignado, la mujer suspiraba tremendamente aburrida, revisando uno a uno de los mensajes que había recibido de su cortejo de nuevos colegas, los cuales oscilaban entre los cuarenta y los cincuenta años y eran un grupo de hombres y mujeres en trajes Armani. Hastiada de muerte, apenas y era consciente de lo que sucedía a su alrededor: ocasionalmente, soltaba una mirada en torno a los demás, espiando a través del cristal transparente del que estaba hecha su oficina,  un material que permitía que se viese desde dentro pero no por fuera.

Caminando con la espalda recta, la frente en alto y la misma sonrisa plástica que traían siempre en el rostro, los compañeros de Alice Proyect avanzaban como hormigas en ordenadas hileras a través de los pasillos de madera clara, saludando a todo al que se encontraran a su paso. Harta, para ella fue un alivio cuando vio dirigirse hacia su persona a una de sus más cercanas colaboradoras, Martha, una mujer de aproximadamente su misma edad, quien traía entre sus manos una tableta electrónica. Alegre, Alice la recibió de inmediato en cuanto la vio aproximarse por el pasillo, con sus altos tacones negros resonando a su paso, a diferencia de los zapatos bajos e insonoros del resto de sus colaboradores.

Martha Aaron
-¡Tengo un trabajo!-exclamo la delgada mujer de cabello castaño obscuro, introduciéndose sin llamar por la ligera puerta de cristal.

-¡Que maravilla! Yo también tengo uno-contestó Alice la broma entre risas.

-Haha...-repuso Martha sarcásticamente-Estoy hablando de que nos conseguí algo que hacer. Algo diferente de estar aquí sentadas como muñecas de aparador-

-¿Entonces implica salir?-inquirió la mujer de ojos azules y labios pequeños, entrelazando los dedos de sus manos.

-Implica irnos a otro lugar durante algunos meses-contestó aquella que recién se había sentado en una de las dos sillas de corte minimalista que había en la oficina de Alice para los clientes-Lejos de esta bola de dinosaurios...-

-¡Me apunto!-exclamó Project sin esperar a escuchar más detalles, ante lo cual Martha sonrió encantada.

-Y cuando veas a los cueros con los que vamos a trabajar, vas a estar más que apuntada...-expresó la mujer de largo cabello lacio y labios carnosos. Ante semejante afirmación, Alice procedió a mostrarle su mano, en la cual, por formalidades de Astrella, había colocado un anillo de diamantes en su dedo índice. Al mirarlo, Martha se retractó-Ay, disculpa... se me olvidaba-

-No hay problema-contestó Alice sin mayor dificultad-¿Quién es nuestro encantador cliente?-

-Nada más y nada menos que...-


12 de octubre de 2011

Atención






-¡Muévete, Thomas!-le gritó el hombre al sujeto que tenía frente a sí, mientras entre sus manos cambiaba la pelota.

-¿Qué?-balbuceó éste torpemente, antes de caer en la cuenta de que ya tenía su hermano menor encima. Torpemente, luchó por alcanzarlo, mas el pelinegro le ganó por mucho, encestando el balón dentro de la redecilla sin que pudiera hacer algo al respecto.

-¡Thomas!-se quejó el más delgado de los dos hermanos, burlándose de su semejante-¡Esto ya no está siendo divertido!-

-¡Perdón, viejo! ¡Perdón!-respondió el alto hombre de cabello trenzado, aproximándose al individuo que había nacido apenas minutos detrás de él, para intentar quitarle el balón de entre las manos con verdadero entusiasmo-Te juro que ya voy a prestar atención-

-Es como la quinta vez que me dices eso-replicó el menor de los Kaulitz, burlando a Tom una vez más-¿Sabes? En un comienzo resultaba chistoso, me hacías sentir como todo un profesional. Pero ahora... puff... es como una mala broma...-

-Ya, ahora sí es en serio-amenazó Tom a su hermano pequeño, quien aguardaba por él, balón en mano-¡Prepárate para morder el polvo!-

Y, tal como Bill quería, durante unos instantes su gemelo se olvidó de todas las preocupaciones que tenía; las cuales se englobaban dentro de dos simples palabras: Annya Nikova. Concentrado en el juego, Tom descuidó su comunicador al punto de que no se dio cuenta de los lascivos mensajes que su ex novia les estaba mandando a decenas de chicos desde su cuenta privada de Facebook. Enfocado en ganar, apenas era consciente de otra cosa que no fuese su cuerpo corriendo.

Así, transcurrió un largo rato en el cual ambos hermanos se dedicaron únicamente a jugar baloncesto, mientras el sol matutino iba cayendo sobre ellos, bañando su piel de luz dorada. Bill era una piedra, Tom era buenísimo y los dos se la pasaban en grande. Se reían a carcajadas, se burlaban el uno del otro, hacían imitaciones de comentaristas deportivos para darle más sabor al juego: disfrutaban lo que hacían. Era cierto: Bill era malísimo para los deportes, mas esto a su hermano mayor no le importaba y, sorprendentemente, le gustaba más jugar con él que con el resto de las personas que conocía pues, de entre todos los individuos existentes en el planeta Tierra, su gemelo era el único que toleraba su interminable egocentrismo.

-Lo veo y no lo creo-exclamó una voz dentro de la cancha, adentrándose a ella-¿Es acaso posible?-

-No somos una ilusión, si es lo que piensas-le contestó Bill animoso al interlocutor de los hermanos, el cual avanzaba a lo largo de la cancha con sus lentes de sol aún colocados sobre el delgado puente de su hermosa nariz.

-Sé que somos tremendamente guapos-complementó Tom el comentario de su hermano, encestando por décima ocasión-Y que resulta casi irreal vernos así-

-Cállense, par de vanidosos-repuso entre risas el hombre de cabello rubio y ojos azules.

-Si no nos soportas...-

-Me dieron ganas de venir a verlos hoy, ¿Está bien? Tenía la esperanza de que las cosas podrían volver a ser divertidas por aquí-interrumpió Andreas a uno de sus mejores amigos, el de la espalda ancha y la cintura pequeña, el guitarrista de Tokio Hotel.

-¿Qué no lo son?-inquirió Bill de manera irónica, aproximándose hacia el hombre que había frente a ellos dos-Hombre... discúlpanos-

-No es cosa suya-contestó Andreas-Simplemente... invítenme una cerveza o algo. Extraño los días en los que salíamos juntos-

-Esos días han vuelto, hermano-le aseguró el vocalista de la agrupación alemana a su manager-¿No es cierto, Thomas?-

-Totalmente de acuerdo, Macky-coincidió el hombre con la perforación en el labio, inusualmente animado aunque, por dentro, algo seguía nublando su entusiasmo.


10 de octubre de 2011

Obstinada




-¡No, ya les dije cerca de un millón de veces que ya no quiero más negro en la decoración del departamento! ¡El negro simplemente ya pasó de moda!-gritaba a través del teléfono, con sus gafas obscuras puestas, seguida de cerca por las que se hacían llamar "sus amigas", su pequeña e insignificante asistente personal y dos altos hombres trajeados: sus guardaespaldas-Mira, busca algo vanguardista: eso es todo lo que quiero. El lugar necesita... ¡necesita una nueva vibra! Llámame cuando tengas algo mejor y hablaremos, ¿Está bien? Ahora tengo que dejarte, estoy a punto de entrar al edificio-

Apenas había dicho esto, el pequeño pié entaconado tocó el suelo de la casa Dolce, mientras el resto del cuerpo se introducía por la puerta giratoria de cristal. Detrás de ella, toda su comitiva se turnó para pasar, uno a uno, de manera tan rápida como les resultara posible, no fuera que los necesitaran de improviso y ellos no se encontrasen listos.

-¿Dijiste...?-

-Décimo piso, señorita Nikova-contestó hábilmente la diminuta mujer, de lentes gruesos y rostro servicial.

-Excelente-se jactó ella, sonriendo brillantemente al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían para ella. Completamente vacío, viajó sola dentro de él, pues el resto de sus allegados bien sabía que no toleraba encontrarse en un espacio reducido con muchas personas. No bien había subido un par de pisos, su holocomunicador sonó, indicándole que tenía un mensaje. Descuidadamente, revisó el perfil del usuario emisor para darse cuenta, sin encanto alguno y hasta con hastío de que se trataba de él. Aburrida, apenas y lo leyó: otra mísera disculpa de su parte, que jamás alcanzaría a cubrir ni en una décima parte el daño que le había provocado a su ego, el día que la dejó postrada en la cama como muñeca de trapo, despeinada y cubierta en sudor, abandonada como prostituta barata.

Desde entonces, había decidido de manera automática que no le daría ni una oportunidad más: es decir, ella se consideraba a sí misma tremendamente caritativa por salir con alguien como él. Dada la posición social de ambos, se pensaba apta para relacionarse con hombres de esferas sociales más altas, así como de carteras más llenas. Aún así, se portaba compasiva con el individuo, el desgarbado y casi antisocial guitarrista de una banda alemana que, si bien tenía cierto renombre, no le parecía a ella el fenómeno más aclamable de la tierra. Para más, el resto de los integrantes de Tokio Hotel, así como sus allegados más cercanos resultaban para ella un dolor de cabeza, dentro de las pocas veces que había tenido que convivir con ellos.

Eternamente entusiastas, saliendo a todas partes juntos como pegostes y apoyando toda clase de fundaciones y eventos de buena voluntad, le parecían abominables, jugando a ser buenos millonarios. Después de todo, ¿a quién querían engañar? Era cierto, estaban comprometidos con el medio ambiente, ayudaban a las personas, cooperaban siempre que les era posible en eventos a favor de los derechos de los animales... ¿Y qué? A sus ojos, ella era más famosa, más rica, más hermosa y más poderosa que todos ellos juntos.

Sintiendo lástima del perro faldero de Tom Kaulitz, la mujer se echó a reír en medio de la calma del ascensor, en el cual aún se encontraba metida, antes de borrar el mensaje sin ninguna delicadeza. Posteriormente, se dedicó a revisar el resto de los que tenía, pertencientes a hombres mucho más prometedores que el mediocre guitarrista de una banda cualquiera.


9 de octubre de 2011

Nunca mejor






Tan pronto hubo sonado la alarma, mentalmente él la apagó de inmediato, antes de levantarse como bólido, rápido y decidido, para dirigirse hacia el baño, en donde se tomó más tiempo del usual duchándose, mientras cantaba viejas canciones que recordaba como si las hubiera escuchado apenas el día anterior. Para su propia sorpresa, recordaba más de las que pensó en un inicio y, contento por este hecho, se desquitó cantándolas briosamente, hasta que finalmente se hubo encontrado completamente limpio.


Baño de Bill

Una vez que hubo salido del baño, el delgado hombre, el cual se encontraba envuelto en una mullida bata de toalla negra, caminó a través de la recámara hasta su vestidor, de donde tomó las ropas más extravagantes que se encontró en su armario, en una especie de celebración privada y personal. De igual manera, se arregló el cabello, cosa que ya raramente solía hacer, y se delineó sus hermosos ojos con marcado entusiasmo. Una vez que se hubo terminado de arreglar, salió sonriente de la recámara, cantando aún a todo pulmón, para ir a buscar a su hermano a la alcoba de éste.

Ahí, un deprimido Tom Kaulitz daba vueltas en su cama, mientras, en su mente, el susodicho soñaba que corría y corría a lo largo de un enorme laberinto blanco, a través del cual perseguía a una delgada Annya enfundada en un vestido de cola larga y gaza blanca.

-¡Anny! ¡Anny!-gritaba en el sueño, luchando por alcanzarla, mientras ella se burlaba de él, riendo con aquella melodiosa voz suya, mientras seguía avanzando impasible, metros por delante del guitarrista.


Recámara de Tom

-¡Thomas!-exclamó una voz diferente, despertando a uno de los atractivos productores de Tokio Hotel, quien, asustado, pegó un gran brinco, a causa del sobresalto.

-¿Qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Anny?-balbuceaba el torpe moreno, oteando con la mirada hacia todos lados mientras, sentado en la cama frente a él, su hermano lo observaba con una expresión entretenida en su rostro.

-¿Disculpa?-replicó Bill, antes de pasar por alto el ataque de histeria de su hermano; el cual, al darse cuenta de dónde y con quién se encontraba, se repuso y, acto seguido, se dejó caer de espaldas sobre el colchón.

-Macky...-rumió, como si se tratase de una maldición.

-El que viste y calza-repuso éste con entusiasmo-¿Qué? ¿Vamos a salir?-

-¿Salir? ¿A dónde?-contestó Tom encamorrado, sus ojos fuertemente cerrados debido a la luz que le entraba de lleno por las ventanas y lo deja casi ciego cuando se despertó.

-No sé, a cualquier parte-contestó su hermano menor-A desayunar, preferentemente. En esta casa ya no hay ni catsup para comer-

-¿Catsup?-interrogó Tom, sin saber por qué Bill había hecho referencia a semejante condimento.

-Sí, catsup-confirmó el pelinegro, dejándose caer al lado de su hermano mayor en la cama, el cual gimió cuando sintió el golpe del hombro de Bill contra el suyo-¿No has visto películas? En las películas, lo último que se acaba dentro de los refrigeradores es la catsup-

-Ah, mira... como soy todo un cinéfilo...-contestó el guitarrista de manera sarcástica-¿De verdad quieres ir a desayunar?-

-¡Quiero salir!-exclamó el hombre a su lado, extendiendo sus largos brazos negros hacia el cielo-Quiero ir a la calle, a tiendas, al cine, a una fiesta... quiero ir a todos lados-

-Ah... fabuloso...-repuso torpemente el mayor de los Kaulitz, volviendo a abrir los ojos, esta vez más acostumbrado a la luz-Pues... como quieras, no tengo nada que hacer hoy-

-¿No vas a salir con Annya?-interrogó pertinentemente el frontman de Tokio Hotel, con tono un tanto resentido. Sabía, aún entre todo su enamoramiento, que la impertinente noviecita de Tom podía arruinar todos sus planes.

-Sí, sobre eso...-

-¿Qué?-

-Ya no salgo con ella-escupió Tom de una vez por todas, cerrando los ojos al hacerlo, como si le causara dolor físico hacerlo-Tuvimos una discusión y ella...-

-¿Sabes qué? Guárdatelo para después-interrumpió Bill a su hermano-No es que no me interese, pero, de verdad, no quiero que ella arruine la oportunidad que tenemos hoy de pasar tiempo juntos. Simplemente... déjala para más tarde y te prometo que te ayudaré con ello-

-¿Lo prometes?-inquirió Thomas, sabiendo bien que el terreno fuerte de su hermano era el sentimental.

-Con todas y cada una de las fibras de mi ser-expresó el hijo menor de Simone Kaulitz, sin sentir en realidad lo que decía-Anda, muévete-

Y, una vez dicho esto, Bill fue el primero en ponerse de pié para salir por la puerta de la alcoba de Thomas, consciente de que éste necesitaba cierto tiempo para acicalarse y estar presentable para salir en sociedad. A sabiendas de que no se quitaría a su hermano menor de encima, Tom supo que no le quedaba de otra que hacer todo lo posible para que su gemelo pasara un buen rato, cosa que parecía no haber sucedido en largo tiempo. Aún así, se tomó su tiempo para mandarle un holomensaje a Annya, el cual decía: 

"Necesitamos hablar, dame una oportunidad."


7 de octubre de 2011

No eres tú, es él





-Es que... no me siento segura...-

-¿Segura de qué?-musitó él, resollante, dejándose llevar por el instinto, obedeciendo a la carne-Esto es... lo que la compañía espera  de nosotros... tarde o temprano... lo tenemos que hacer-

-Lo sé...-replicó ella, su espalda recostada contra la mullida superficie del colchón mientras, sobre su cuerpo aún completamente vestido, se encontraba él, agitado e ilógico, igualmente con toda su ropa puesta todavía-Pero... no ahora. No me siento preparada-

-Ehm... está bien-farfulló él, retrocediendo educadamente, quitándosele de encima sin decir más. Internamente, sabía que debía ser un caballero, después de todo, no se trataba de cualquier mujer: era su esposa a la que tenía enfrente. Por otro lado, sus instintos humanos, aquellos que aún en él eran los mismos que hacía millones de años, le rogaban que lo hiciera, que la tomara, que la hiciera suya sin compasión ni piedad, para liberar aquella tensión que tenía amordazado a todo su cuerpo-Se trata de que ambos nos sintamos... preparados-

-Perdóname-le rogó la mujer, tomando las manos de él entre las suyas, una vez que el hombre frente a ella hubo recuperado la cordura-Te juro que...-

-No te preocupes-la interrumpió, con el aliento entrecortado aún-Está bien, tú sabes que está bien. Ven, vamos a dormir-

Dicho esto, cada uno se fue por su lado, él a su propio baño a lavarse la cara y ella a desvestirse al vestidor, confundida, la humanoide no sabía qué sentir al respecto. Lo ansiaba, era cierto, le producía un cosquilleo interno que no conseguía explicar y le inspiraba las emociones más fuertes e intensas, mas no le inspiraba el cariño suficiente como para dejarse ir entre sus brazos. Simplemente: tenía miedo.

Después de un largo rato, estática, de pié a la mitad de la habitación perfectamente iluminada, decidió dejar por la paz el asunto, archivándolo dentro de su memoria para revisarlo después, posiblemente al día siguiente, cuando no se encontrase tan conmocionada. Al regresar a la habitación, lo encontró ya en la cama, cubierto por las cobijas hasta los antebrazos, dormitando plácidamente.

Internamente, la mujer de cabello carbono y rostro pálido tenía la ilusión de encontrarlo despierto, sentado en el colchón tal vez, esperándola con una cálida sonrisa y su pijama puesta, con sus brazos abiertos para que ella se acomodara entre ellos. Por un momento, no pudo evitar sentirse un poco decepcionada y, hasta cierto punto, molesta; mas prefirió mantener sus ánimos en calma, controlarlos de manera que pudiese sobrellevarlos pues, sabía sin que nadie se lo hubiese dicho, que todo lo sucedido era culpa suya. Con este pensamiento en la cabeza, tomó su lugar del lado derecho de la cama, observando la ciudad que se movía detrás de la ventana con la que contaba su habitación.

Con la cabeza pegada a la suave almohada, Alice Project se recostó al lado de Briant sin murmurar una sola palabra. En silencio, emitió un suspiro que difícilmente se escuchó. Mientras conciliaba el sueño, se puso a pensar en una sola persona, la misma persona que le había impedido entregarse por completo a su marido pues, mientras lo hacía, no podía sacar de su mente las facciones, los ojos, los gestos... simplemente no paraba de pensar en él. En Bill.